Reflexión martes 8 de julio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,32-38):
En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló.
La gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual.»
En cambio, los fariseos decían: «Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios.»
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: «Las mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»
Palabra del Señor
Reflexión
En su vida pública, Jesús despierta admiración. Es capaz de liberar a endemoniados, de devolver la salud y la vida. Pero eso hacía que algunos grupos judíos lo despreciaran y difamaran de Él, acusándole de que actuaba con el poder del jefe de los demonios. El Señor no se detiene, sigue su camino, está cerca de las multitudes extenuadas y abandonadas y se compadece de ellas. Se dedica a proclamar el evangelio del reino. Pero quiere que nos demos cuenta de que hacen falta pastores que puedan guiar a tantas personas desorientadas. Nos invita a pedir al dueño de la mies que envíe trabajadores. Pero esos trabajadores somos tú y yo. Podemos preguntarnos a la luz de este evangelio: ¿Qué puedo hacer yo por los demás? ¿Cómo puedo ayudar a las personas que tengo cerca y que viven sin alegría, sin sentido, sin encontrar la orientación de sus vidas?





