27 jul

Reflexión domingo 27 de julio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,1-13):

UNA vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo:
«Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».
Y les dijo:
«Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice:
“Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde:
“No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».

Palabra del Señor

Reflexión

La Palabra que el Señor nos regala hoy nos invita a vivir como hijos de Dios. Lo hemos cantado en el Aleluya: Habéis recibido el Espíritu de adopción de hijos; en el que clamamos: «¡”Abba”, Padre!» (cf. Rom 8, 15).
Estamos llamados a vivir en la confianza y en la intimidad con Dios, porque la fe no es una teoría que se aprende, sino una vida que se disfruta. Es haber descubierto que Dios te ama –te ha creado por amor–, que te llama a vivir una vi-da de amistad con Él: una historia de amor y de salvación. Y del amor nace la confianza: no hay nada ni nadie que pueda separarnos del amor de Dios (cf. Rom 8, 38-39).
Hace unos días, el Papa León nos invitaba a descubrir que Dios nos ha creado con un propósito y una misión y que hemos de aprovechar esta oportunidad para escuchar , para orar , para que podamos escuchar más claramente la voz de Dios que nos llama en lo profundo del corazón. Nos llama a conocerlo mejor y vivir en su amor, a abrirnos a permitir que la gracia de Dios fortalezca nuestra fe en Jesús y podamos compartir este don con los demás.
En el Evangelio, Jesús nos enseña a rezar: a hablar con tu Padre, que te ama, que cuida de ti. Orar es hablar con el Padre, en un clima de abandono y confianza en Él. Por eso dice Jesús: no uséis muchas palabras, como los gentiles que se imaginan que por hablar mucho les harán caso.
No, lo que importa es que le abras el corazón con humildad y sinceridad, y le entregues lo que hay en él: alegrías, tristezas, sufrimientos, necesidades, heridas, anhelos, fracasos, esperanzas, pecados, victorias…
El Padre nuestro es la oración del discípulo: una oración de corazón a corazón. Es abrir el oído y el corazón al Padre, que te ama y que cuida de ti. Alabar, escuchar, confiar, descansar, pedir… Pidiendo al Espíritu Santo que nos ayude a orar, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene (cf. Rom 8, 26).
¿Qué es lo que nos enseña Jesús en el Padre Nuestro?
Padre nuestro. Llamar a Dios Padre es signo de la familiaridad, cercanía y amor con que nos relacionamos con Dios. Además, es Padre nuestro: nos llama a vivir la fe no de una manera solitaria, sino en comunidad, en la Iglesia; nos llama a vivir como hermanos.
Santificado sea tu nombre. Expresamos el señorío de Dios por encima de todo. Él es el santo, el único santo, y deseamos que la santidad de Dios sea conocida y reconocida a través de los que nos confesamos sus discípulos.
Venga tu reino. Le pedimos a Dios el crecimiento del Reino de Dios y el anhelo de la consumación del Reino con la segunda venida de Jesucristo.
Hágase tu voluntad. Así oró Jesús en el Huerto de los Olivos y así ora hoy la Iglesia: Es la manifestación del deseo de que Dios realice su voluntad, su plan de salvación, que siempre es lo mejor. Y que nosotros colaboremos con Él.
Danos cada día nuestro pan cotidiano. Le pedimos al Señor el sustento diario, lo necesario para vivir, solamente. No le pedimos al Señor una seguridad para el futuro, ni un confiar en las cosas materiales. Nuestra seguridad y nuestra con-fianza es el Señor.
Perdónanos nuestros pecados. Sólo Dios puede perdonar los peca-dos. Por eso pedimos perdón al Señor, comenzando por reconocernos pecadores. Porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe. No compramos a Dios su perdón. Sólo damos a entender, con nuestra actitud de perdón hacia el prójimo, que queremos recibirlo. Incapaces de merecer el perdón de Dios, se lo pedimos. Y ponemos delante del Señor el compromiso de perdonar también a nuestros her-manos; de ser hombres y mujeres de reconciliación, empezando por quienes nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación. Especialmente, la tentación de la que pedimos al Señor nos libre resume todas las demás y ataca la fe en su raíz: dudar del amor de Dios, dudar de que Dios te ama y actúa en tu vida.

pastoral

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