6 jun

Martes 6 de junio

Del Evangelio según san Marcos 12,13-17

En aquel tiempo, mandaron a Jesús unos fariseos y partidarios de Herodes, para cazarlo con una pregunta.

Se acercaron y le dijeron:

— Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?

Jesús, viendo su hipocresía, les replicó:

— ¿Por qué intentáis cogerme? Traedme un denario, que lo vea.

Se lo trajeron.

Y él les preguntó:

— ¿De quién es esta cara y esta inscripción?

Le contestaron:

— Del César.

Les replicó:

— Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios a Dios.

Se quedaron admirados.

Palabra del Señor

Reflexión

El que se acusa a sí mismo acepta con alegría toda clase de molestias, daños, ultrajes, ignominias y otra aflicción cualquiera que haya de soportar, pues se considera merecedor de todo ello, y en modo alguno pierde la paz. Nada hay más apacible que un hombre de ese temple.

Pero quizá alguien me objetará: «Si un hermano me aflige, y yo, examinándome a mí mismo, no encuentro que le haya dado ocasión alguna, ¿por qué tengo que acusarme?»

En realidad, el que se examina con diligencia y con temor de Dios nunca se hallará del todo inocente, y se dará cuenta de que ha dado alguna ocasión, ya sea de obra, de palabra o con el pensamiento. Y, si en nada de esto se halla culpable, seguro que en otro tiempo habrá sido motivo de aflicción para aquel hermano, por la misma o por diferente causa; o quizá habrá causado molestia a algún otro hermano. Por esto, sufre ahora en justa compensación, o también por otros pecados que haya podido cometer en muchas otras ocasiones.

Otro preguntará por qué deba acusarse si, estando sentado con toda paz y tranquilidad, viene un hermano y lo molesta con alguna palabra desagradable o ignominiosa y, sintiéndose incapaz de aguantarla, cree que tiene razón en alterarse y enfadarse con su hermano; porque, si éste no hubiese venido a molestarlo, él no hubiera pecado.

Este modo de pensar es, en verdad, ridículo y carente de toda razón. En efecto, no es que al decirle aquella palabra haya puesto en él la pasión de la ira, sino que más bien ha puesto al descubierto la pasión de que se hallaba aquejado; con ello, le ha proporcionado ocasión de enmendarse, si quiere. Este tal es semejante a un trigo nítido y brillante que, al ser roto, pone al descubierto la suciedad que contenía.

Así también el que está sentado en paz y tranquilidad, según cree, esconde, sin embargo, en su interior una pasión que él no ve. Viene el hermano, le dice alguna palabra molesta y, al momento, aquél echa fuera todo el pus y la suciedad escondidos en su interior. Por lo cual, Si quiere alcanzar misericordia, mire de enmendarse, purifíquese, procure perfeccionarse, y verá que, más que atribuirle una injuria, lo que tenía que haber hecho era dar gracias a aquel hermano, ya que le ha sido motivo de tan gran provecho. Y, en lo sucesivo, estas pruebas no le causarán tanta aflicción, sino que, cuanto más se vaya perfeccionando, más leves le parecerán. Pues el alma, cuanto más avanza en la perfección, tanto más fuerte y valerosa se vuelve en orden a soportar las penalidades que le puedan sobrevenir.

(San Doroteo, abad Instrucción 7, sobre la acusación de sí mismo).

Oración

Señor,

nos acogemos confiadamente a tu providencia,

que nunca se equivoca,

y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal

y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura.

Amén.

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