Reflexión del Domingo, 2 de mayo
EVANGELIO
– «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.
A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca,
y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado;
permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos;
el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante;
porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros,
pediréis lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
REFLEXIÓN
Jesús en el evangelio de hoy nos invita a que reflexionemos si nos damos de que tenemos que ser buenos cristianos, como dice en el evangelio si damos frutos de buenas obras. Jesús nos enseña que tenemos que llevar el amor de Dios y su mensaje en donde estemos.
Pero ¿cómo podemos dar algo que no tenemos? por eso tenemos que llenarnos de las cosas de Dios, cómo es la oración, la Eucaristía, los sacramentos, las obras de caridad, para que una vez nosotros llenos dé Dios, lo podamos transmitir.
Por eso de una manera más intensa, en este tiempo de Pascua en el que nos encontramos, tenemos que preguntarnos si damos ejemplo de buenos cristianos, de ser luz en medio del mundo, esperanza y paz.
A la luz de la fe y a la luz de la resurrección, miremos si nuestros actos son soncordes a los actos de Jesús. Miremos nuestra manera de comportarnos, nuestra manera de hablar, si se identifica con la de Jesús.
Que le pidamos al Señor que crezca en nosotros las ganas de imitar a el, de ser sus apóstoles en medio del mundo, de ser sus amigos, para seamos en medio del mundo Evangelio vivo, que seamos amor, misericordia.
Que la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, en este tiempo de Pascua en el que nos encontramos que nos ayude a cada uno de nosotros a ser alegría y esperanza para los demás y así demos frutos de buenas obras.