Reflexión Domingo 29 de enero
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12a):
EN aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
Palabra del Señor
Reflexión
En el ser cristiano todo es don del Señor, que te ama; todo es gracia que precede al hombre, todo es una obra que el Señor, por el don del Espíritu Santo, ha de ir haciendo en ti. Y que tú has de acoger. Que parece poco; pero no es poco.
Es reconocer que todo lo que tienes y lo que eres lo has recibido gratuitamente, y que el verdadero protagonista no eres tú, sino el Señor. Es reconocer que el método de Dios es la humildad: al cielo se sube bajando.
El Reino de Dios es de los pobres, de los humildes, de los que son como niños. Así nos lo ha mostrado el profeta Sofonías: Dejaré en ti un resto, un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor. Y también San Pablo: lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar a lo poderoso… de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor.
Y en el Evangelio de hoy escuchamos las Bienaventuranzas, que dice el Papa Francisco que son como el carnet de identidad del cristiano. En ellas Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos… En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas.
Y, según Benedicto XVI, son como una “ecografía” del corazón de Jesús. Así es el corazón de Jesús. Son como una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura. Y así será tu corazón si dejas que el Espíritu Santo lo vaya modelando.
Si la fe es auténtica va transformando la vida, va dando frutos. Las obras no son la causa de la salvación, sino la consecuencia de haber acogido el don gratuito de la salvación. El que ha acogido la salvación, y tiene en su corazón el Espíritu Santo, ve cómo van desapareciendo las obras del hombre viejo y van apareciendo -como un don- los frutos del Espíritu: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad (cf. Gál 5, Catecismo, 1832). Y, abierto a la acción del Espíritu Santo, irás creciendo en fidelidad al Señor. En la medida en que te abras a la acción del Espíritu no podrás vivir para ti mismo, encontrarás la felicidad viviendo para el Señor y para los hermanos. Experimentarás que se es más feliz al dar que al recibir (cf. Hch 20, 35). Y también crecerás en la con-fianza en Dios. Porque tendrás sellada en tu corazón la certeza de que Dios te ama y cuida de ti; la certeza de que _el Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, él hace justicia a los oprimidos… sustenta al huérfano y a la viuda… liberta a los cautivos…
¡Ánimo! ¡Abre tu corazón al Señor y déjale hacer! Sólo Él tiene palabras de vida eterna.