Reflexión domingo 5 de mayo
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-17):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»
Palabra del Señor
Reflexión
La Palabra que el Señor nos re-gala hoy nos invita a descubrir y a disfrutar la primera y principal de todas las verdades de nuestra fe: Dios es amor. Este es el hilo con-ductor de toda la fe cristiana. Dios te ama. Y te ama gratuitamente, sin que tú tengas que ganarte este amor. Te ha creado por amor y te ha creado para vivir contigo una historia de amor y de salvación. En el ser persona y en el ser cristiano, todo es gracia, todo es don, todo es una llamada del Señor. Una llamada a la que tú has de responder. Y en esa respuesta puedes abrirle el corazón al Señor o dejarlo cerrado. ¡Ese es el misterio y el drama de la libertad! «Solamente a partir del don de Dios, libremente acogido y humildemente recibido, podemos cooperar con nuestros esfuerzos para dejarnos transformar más y más» (FRANCISCO, GE 55).
Por eso, subraya Jesús en el Evangelio que No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido. Y nos ha elegido para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor (Ef 1, 4).
Y el ser cristianos, ser discípulos no es una teoría, que se aprende; o un moralismo, que se cumple. No. Es vivir una historia de amor con el Señor, que ha dado la vida por ti, que ha sido enviado al mundo como víctima de propiciación por nuestros pecados, para que vivamos por medio de él.
Por eso, nos dice también en el Evangelio: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
Y nos ha elegido para vivir una vida de amistad, de intimidad, de comunión con el Señor y también para una misión: os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. ¿Y cuál es ese fruto que el Señor quiere que demos?
Permanecer en su amor guardando sus mandamientos y viviendo el mandamiento nuevo del amor: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Sin caer –como nos recuerda el Papa Francisco– en los dos sutiles enemigos de la santidad y del discipulado: el gnosticismo y el pelagianismo (cf. FRANCISCO, GE, cap II).
El gnosticismo supone una fe encerrada en el subjetivismo, que acaba “fabricando” una espiritualidad vacía, un Dios sin Cristo, un Cristo sin Iglesia, una Iglesia sin pueblo.
El pelagianismo se olvida del Espíritu Santo y de la gracia y pretende atribuirlo todo a la voluntad humana y al esfuerzo personal, olvidándose que todo depende no del querer o del correr, sino de la misericordia de Dios (Rm 9,16) y que él nos amó primero (1 Jn 4,19). «No somos justificados por nuestras obras o por nuestros esfuerzos, sino por la gracia del Señor que toma la iniciativa» (FRANCISCO, GE 52).
¡Ánimo! Que Jesús hoy te sigue llamando para vivir contigo una historia de amor. ¡Déjate amar! ¡Ábrele el corazón! Nadie te ama como Él. No viene a quitarte nada de lo que te hace feliz, sino a dártelo todo.