6 jul

Reflexión domingo 6 de julio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,1-12.17-20):

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles:
“El reino de Dios ha llegado a vosotros”.
Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”.
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».
Los setenta y dos volvieron con alegría diciendo:
«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
Él les dijo:
«Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».

Palabra del Señor

Reflexión

La Palabra que el Señor nos regala este domingo nos habla de la misión. La Iglesia existe para el anuncio del Evangelio. Es misione-ra no por iniciativa propia, sino por un mandato del Señor: designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos.
El número de setenta y dos puede ser un signo de la universalidad de la evangelización.
Para esta misión somos llama-dos, enviados y capacitados por el Espíritu Santo que nos saca de nuestros miedos y comodidades y nos da la fuerza y los carismas necesarios para ser testigos del Resucitado hasta los confines de la tierra.
Estamos llamados a ser evangelizadores con Espíritu (cf. EG 259s), es decir, evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo… que infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente.
Estamos llamados a ser testigos, no a ser “chismosos” ni conferenciantes. No se trata de explicar una teoría, sino de proclamar un Misterio, de anunciar un acontecimiento. Es decir, llamados a dar fe de que Jesucristo vive y a proclamar la buena noticia de la salvación, del amor gratuito de Dios.
Estamos llamados a vivir y anunciar que está cerca el reino de Dios, no en nuestras fuerzas, sino en el poder del Espíritu.
Nos dice el Papa León que la evangelización no es una conquista humana del mundo, sino la infinita gracia que se difunde a través de vidas transformadas por el Reino de Dios. Es el camino de las bienaventuranzas, un itinerario que recorremos juntos, en continua tensión entre el “ya” y el “todavía no”, hambrientos y sedientos de justicia, pobres de espíritu, misericordiosos, mansos, puros de corazón, que trabajan por la paz. Para seguir a Jesús en este camino que Él ha elegido no sirven poderosos protectores, compromisos mundanos o estrategias emocionales. La evangelización es obra de Dios y, si a veces pasa a través de nuestras personas, es por los vínculos que hace posible (cf. Vigilia de Pentecostés, 7-6-25).
Nos envía a curar enfermos, a echar demonios. Y Jesús envía con poder, en su Nombre. Por eso, no hay que llevar bolsa, ni alforja ni sandalias… Mi fuerza y mi poder es el Señor.
Jesús nos manda en pura gratuidad. No debemos confiar en los medios humanos, sino en el nombre de Jesús. No debemos preocuparnos por el éxito, sino testimoniar la absoluta confianza en Dios, que cuida
del discípulo. Nuestra vida será, así, signo de que el Reino de Dios ha llegado en Jesús.
El Señor nos invita a orar porque la mies es mucha y los obre-ros son pocos.
El Señor te llama a ti. Tú estás llamado a ser testigo, a ser misionero. El Señor te invita a que des testimonio de la Buena Noticia del Evangelio en el mundo, en tu mundo. ¡No tengas miedo! ¡Confía en el Señor! Él lleva tu vida. Él te llama a ser testigo, a ser luz para tu familia, tus amigos, tus compañeros, tus veciAnos…

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