Reflexión jueves 14 de mayo
Evangelio según san Juan (15,9-11):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».
Reflexión
- El evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre el amor. Todos hablan constantemente del amor, pero no es fácil definir qué es el amor. Os dejo, a continuación, la reflexión del padre T. Spidlík.
«Platón intentó explicar el amor en su famoso diálogo Simposio. Se preguntaba de quién ha nacido el amor, ya que el dios Eros no pertenece a los dioses del Olimpo. Poéticamente imagina que es hijo de la Miseria y del Cielo. La Miseria no posee nada, y por eso es capaz de mirar a lo alto, hacia todo lo que es bueno y hermoso, es decir, hacia el Cielo, que la fecunda. Amamos lo que no tenemos, y por eso tenemos tantos deseos: buenos alimentos, amigos de verdad, dinero, conocimientos. Según Platón, el hombre es grande en la medida en que lo es su deseo. Así como quien ama la música puede convertirse en músico, si ama a Dios, puede convertirse en un hombre de Dios.
Es una hermosa enseñanza, pero no expresa la plenitud del amor cristiano, también porque hay consecuencias: para Platón Dios no puede amar el mundo ni a los hombres, porque no necesita nada ni desea nada. La enseñanza del evangelio es distinta: «Dios, de hecho, amó tanto al mundo» que le dio a su Hijo único» (Jn 3,16). Por lo tanto, Dios ama con una especie de amor distinto al deseo: su amor no busca para sí, sino que lo da a los que no lo tienen. De este modo el Padre ama al Hijo, y el Hijo ama a sus discípulos, y nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
Para los antiguos autores paganos el término dado al amor era eros. En la Escritura se usa otra palabra: agape. Los autores eran muy conscientes de que se trataba de dos cosas diferentes. Una cosa es el amor humano, el deseo de tener algo o tener a alguien que me ame. Otra cosa es el amor divino.
Cuando se habla de amor, la mayoría de las veces se hace referencia al primer tipo de amor, el amor de deseo, al eros. Pero a un discípulo de Cristo se le reconoce por el segundo tipo de amor, el agape, el amor de donación, el amor que no espera recompensa en la tierra. A este amor se refiere Cristo cuando les dice a sus discípulos que permanezcan en «su amor». El hombre por sí solo, no tiene en sí la fuerza de amar de este modo, a fondo perdido. Este amor es posible sólo en la unión estrecha con Cristo.
Los mandamientos de Dios son expresión de su amor, los hace por amor al hombre, por su bien y su felicidad; si se ven de este modo, como lo que son, y no como unas reglas, se empieza a saborear su verdadero gusto. Obedecer los mandamientos significa ponerse en el camino de amor como Dios ama, de donar como Él lo hace»[1].
[1] T. Spidlík, El evangelio de cada día. Reflexiones sobre el evangelio ferial, Madrid 22003, pp. 215s.