Reflexión jueves 3 de diciembre
Evangelio según san Mateo 7, 21. 24-27
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».
Reflexión
- Un misionero que vivió mucho tiempo en África me contaba que en aquellas tierras era frecuente encontrarse con la siguiente escena: un venerable y enjuto anciano rodeado de una multitud de niños con las bocas abiertas y los ojos bien atentos, formando un círculo en torno a un pequeño fuego. En cierta ocasión, el misionero escuchó a uno de aquellos ancianos: «En mi interior se está librando una pelea entre dos lobos: uno es el lobo del odio, de la maldad y la ira; el otro es el de la fe, la esperanza y la comprensión». E hizo un momento de silencio (el silencio es fundamental para generar atención). Uno de los niños, que no podía aguantar más aquella tensión, le preguntó: «Y ¿quién ganará?». A lo cual respondió el anciano: «Aquel que yo alimente».
- Efectivamente, en nuestro interior se libra una pelea entre dos modos de vida: uno basado en la entrega, el perdón y el desprendimiento; otro centrado en nosotros mismos, intentando satisfacer nuestros apetitos sin reparar en los demás. Y la victoria será de aquel que alimentemos con nuestros actos; porque o bien obramos como pensamos o bien acabamos pensado como obramos. Uno no puede vivir en una esquizofrenia permanente. Así, por ejemplo, una persona que trabaje en el banco sabe que no debe robar, pero si ante un apuro empieza a robar pequeñas cantidades para salir del paso, ¿qué pasará? Al principio, será consciente de que no está obrando bien. Al cabo de un tiempo de ir sustrayendo dinero, posiblemente justificará su acción mediante el razonamiento de que quita el dinero a unos que tienen mucho y que él lo necesita. Finalmente, es bastante probable que acabe robando cantidades grandes y despilfarrando el dinero.
Como nos enseña el evangelio, no basta con escuchar y asentir a la palabra del Evangelio, sino que debemos ponerla en práctica: «El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca». Si no lo hacemos, construiremos nuestra vida de fe sobre arena y cuando arrecie la tempestad —que suele hacerlo—, la casa se hundirá.
Hoy es un buen día para preguntarnos si estamos intentando hacer vida la Palabra de Dios: ¿la llevamos a la oración e intentamos concretar algún propósito?