Reflexión jueves 4 de diciembre
Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,21.24-27):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».
Palabra del Señor
Reflexión
La Palabra que nos regala hoy el Señor nos invita a preparar el corazón para acoger al Señor, que viene.
El Evangelio nos ha invitado a que nuestro seguir a Jesús no se quede en simples palabras, sino que se debe traducir en la vida: No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre.
Ser cristiano es seguir a Jesús es construir la casa sobre la roca, que es Cristo, la piedra angular, y no sobre la arena de los propios deseos o criterios de tu corazón, herido por el pecado original, o sobre la arena del vaivén de las modas del mundo.
Te invita a construir sobre Cristo y con Cristo. Nos lo ha recordado también el profeta Isaías: Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes… Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua.
Ser cristiano no es un moralismo, un mero cumplimiento de normas. Ser cristiano es abrirle el corazón a Jesucristo, para que Él sea Señor de tu vida, ¡de toda tu vida!
El verdadero discípulo trata de vivir en la obediencia filial a la voluntad del Padre: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica (cf. Lc 8, 19-21).
El que ha sido “tocado” por el amor de Dios, el que ha tenido un encuentro “de corazón a corazón” con el Señor, no se queda ni en el frío cálculo del erudito, ni en el espectáculo de los curiosos, sino que vive la pasión del discípulo enamorado.
Y, por eso, puede hacer suyo lo que cantamos: Cuando pienso en tu amor y en tu fidelidad no puedo hacer más que _postrarme y adorar… Me asombro de Ti, y no me quiero conformar, he probado y quiero más. Yo quiero enamorarme más de Ti, enséñame a amarte y a vivir conforme a tu Justicia y tu verdad, con mi vida quiero adorar. Con todo lo que tengo y lo que soy, todo lo que he sido te lo doy. Que mi vida sea para ti como un perfume a tus pies.





