Reflexión jueves 5 de junio
Lectura del santo evangelio según san Juan (17,20-26):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.»
Palabra del Señor
Reflexión
En la oración sacerdotal, que Jesús comparte con sus discípulos, hay un tema que es especialmente querido por Él. Se trata de la unidad de la comunidad apostólica. Jesús sabe que la unidad siempre es un bien frágil, que está amenazado por el espíritu del mal, que se rompe con facilidad. Por eso no deja de insistir y pedir por ella. La unidad se basa en que pongamos al hermano por delante de nosotros. Si vivimos centrados en nuestro ego, en nuestros intereses, en nuestras opiniones, es muy difícil que trabajemos por la unidad. El modelo de unidad es la relación de Jesús con el Padre. Los dos son uno porque comparten el mismo amor y la misma misión. Es el Padre quien ha enviado a Jesús para que realice la redención de la humanidad. Esa misión es dar a conocer al Padre, su amor, su providencia, su nombre. Nosotros hemos de sentirnos agraciados y agradecidos por conocer a nuestro Padre Dios.





