Reflexión lunes 13 de septiembre
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (7,1-10):
En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaum. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado, a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado.
Ellos presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.»
Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: «ve», y va; al otro: «ven», y viene; y a mi criado: «haz esto», y lo hace.»
Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.»
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
Palabra del Señor
Reflexión
El poblado de Cafarnaún, contemplado desde el centro de la iglesia actual, y la Sinagoga a la entrada del recinto arqueológico, despiertan una familiaridad y cercanía de las personas a las que Jesús visitó en varios momentos de su predicación en Galilea. El relato del evangelio de San Lucas nos cuenta que Jesús después de exponer todas sus enseñanzas al pueblo entró en Cafarnaún, posiblemente a la casa de Pedro. Allí recibe a unos ancianos enviados por el centurión con el ruego de que curara a su siervo enfermo. Es curiosa la familiaridad de estos judíos devotos con el centurión, claro les había construido la sinagoga, lugar de oración y proclamación de las Sagradas Escrituras. Jesús se pone en camino y antes de llegar a la casa unos amigos del jefe romano le transmite este mensaje: “Señor, no te molestes porque no soy digno de que entre bajo mi techo… dilo de palabra y mi criado quedará sano.” Palabras que repetimos antes de recibir al Señor en la Eucaristía, expresión de fe en Jesús como alimento de vida eterna, de Jesús como Salvador. Con toda seguridad que nos quedan muy lejos los vecinos e incluso el mismo Cafarnaún como grupo sociológico y geográfico, pero muy cerca cuando recordamos las palabras del centurión. La fe no tiene fronteras ni hace distinción de clases sociales porque su fuerza va directamente al corazón de las personas en su necesidad humana de encontrar un sentido profundo a la vida, una esperanza que dignifique y llene la vida de las personas.
Cercanía y proximidad buscan las personas de hoy, la cultura del bienestar facilita una proximidad que llena los sentidos y en algunos momentos los sobrepasa con dosis exageradas, las imágenes de los jóvenes en determinadas fiestas lo evidencian. Cuando los sentimientos y emociones de los sentidos no encuentran barreras sino que se expanden movidos por otros ingredientes que no son la razón, el diálogo compartido, el interés por las causas humanitarias y sociales causan un desgaste emocional que es muy difícil de recuperar. Y ¿Por qué digo todo esto? Sencillamente porque deberíamos plantearnos como recuperar todo este mundo, joven y adulto, como hacerle llegar la alegría, la cercanía y la confianza de unas relaciones humanas basadas en la confianza, la solidaridad y la fe en Jesús como Salvador y guía de nuestras vidas.
-Pidamos al Señor que nos libre de la epidemia y de todos los males.
-Pidamos al Señor por todos los universitarios y profesores, para que el trabajo académico redunde en una mayor confianza mutua.