Reflexión lunes 25 de marzo
Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 1-11.
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera.
Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?». Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
Queridos amigos y amigas:
Estamos entrando en la Semana Santa, en la semana de la pascua de Jesús.
Hoy el Evangelio nos muestra cómo Jesús, perseguido por los judíos, va a Betania a la casa de sus amigos. Allí, María guarda silencio, pero habla a través de un gesto lleno de simbolismo para con Jesús; el gesto tiene gran fuerza y no deja indiferente… incluso incomoda a algunos.
En contraste a la fuerza de la amistad de María, en el relato del Evangelio nos encontramos con otras actitudes, que, aunque humanas reflejan la mezquindad, la superficialidad y la maldad que en ocasiones nos aflora. Una de esas actitudes la encontramos en Judas, un discípulo de Jesús, del que precisamente se habría esperado una conducta más noble, muestra sus propios intereses, utilizando para su provecho el compromiso con los pobres. El reproche de Judas refleja su incapacidad de ver más allá; es incapaz de abrirse al amor.
No nos sorprenderá constatar que en nuestros días hay muchos cristianos que están animados del mismo espíritu. Y lo que es peor, no son capaces de reconocer su endurecimiento y se muestran ante los demás como grandes benefactores. Este es el resultado de no dejarse interpelar por el lenguaje de amor de Jesús.
Podemos acercarnos al Misterio Pascual, ya inminente, confrontando nuestra vida con los dos personajes que nos presenta hoy la Iglesia. Como ellos, también nosotros hemos recibido mucho amor de Jesús. Con sinceridad, con valentía, preguntémonos si de verdad retribuimos al Señor con todo lo que tenemos: alma, cuerpo, tiempo y corazón. Solo rompiendo el frasco, sin guardar nada, podremos cantar con san Pablo: “gracias sean dadas a Dios, que siempre nos hace triunfar en Cristo y por medio de nosotros manifiesta el aroma de su conocimiento en todo lugar” (2 Corintios 2, 14).
¡Feliz día!, disfrutad y dejaos moldear por Dios.