Reflexión lunes 5 de mayo
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,22-29):
Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».
Palabra del Señor
Reflexión
En el Evangelio contemplamos a la gente que, después del milagro de la multiplicación de los panes busca a Jesús, que les dice: me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros.
Con esta respuesta, Jesús les dice que no le buscan a Él, sino los beneficios que podían obtener de Él. En definitiva, una búsqueda interesada que no puede acabar bien, porque no nace del amor, sino del interés: en el fondo se buscan a sí mismos, no a Él. En el fondo, con esta actitud, Jesucristo es más usado que amado.
Más importantes que los dones es el Don mismo, que es el Señor y el Espíritu Santo.
Y hoy, te hace el Señor la misma pregunta: ¿Por qué buscas a Jesús?, ¿Qué esperas de él?
Porque también nosotros podemos caer en la trampa de desear más las cosas de Jesús, que a Jesús mismo; quedarnos en mendigar las migajas que caen de la mesa, cuando el Señor lo que quiere es llenar toda tu vida, hacerse uno contigo.
El Señor no te llama a ser mendigo, sino discípulo y amigo.
Por eso, el Señor te invita a tener una mirada de fe: Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre.
Una mirada de fe que te lleva a descubrir, por una parte, que la meta de tu vida es el cielo, que de nada le sirve a uno ganar el mundo entero, si se pierde su alma (cf. Mt 16, 26) y, por otra, que sólo Dios puede llenar tu vida de sentido y de plenitud. Los ídolos siempre te dejarán insatisfechos.
Y ¿qué hemos de hacer? Respondió Jesús: «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado. Esa es la clave: dejar que Jesucristo sea Señor de tu vida, de toda tu vida.





