Reflexión lunes 7 de julio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,18-26):
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.»
Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y, al verla, le dijo: «¡Animo, hija! Tu fe te ha curado.»
Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: «¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
Palabra del Señor
Reflexión
Hoy el Señor te invita a que te acerques a Él, a que le toques (en el borde del manto los judíos llevan el Shemá: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…), a que dejes que Él ponga esa escalera entre el cielo y tu tierra, tu historia, tu matrimonio, tu consagración religiosa, tu sacerdocio, tu trabajo, tus hijos… a que dejes subir y bajar a tantos ángeles que el Señor te envía, a que derrames el aceite del Espíritu Santo sobre tu vida y a que dejes que Él lo haga todo nuevo. Como Él quiera, cuando Él quiera.
Nos dice el Papa León que Alrededor de Jesús había una muchedumbre, muchas personas lo tocaban, pero a ellos no les pasó nada. En cambio, cuando esta mujer toca a Jesús, se sana. ¿Dónde está la diferencia? Comentando este punto del texto, San Agustín dice – en nombre de Jesús –: La multitud apretuja, la fe toca.
Y así: cada vez que realizamos un acto de fe dirigido a Jesús, se establece un contacto con Él e inmediatamente su gracia sale de Él. A veces no nos damos cuenta, pero de una forma secreta y real la gracia nos alcanza y lentamente trasforma la vida desde dentro.





