Reflexión martes 2 de mayo
SE celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió:
«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».
Palabra del Señor
Esto es lo que les echa en cara Jesús a los fariseos, que le siguen preguntando si es el Mesías: Os lo he dicho, y no creéis.
Hoy sucede lo mismo. A veces nos cuesta dar el paso que compromete, pero que lo ilumina todo: creo que tú eres el Hijo de Dios. A veces nos falta pasar de ser curiosos o simpatizantes, a ser discípulos.
Porque mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna?
¿Cómo crecemos en el seguimiento de Jesucristo como Señor de nuestra vida?
Viviendo en la fe y en la confianza: mis ovejas escuchan mi voz. Deja que la voz del Señor y la fuerza de su Espíritu guíen tu vida. Déjate llevar por Él y deja que la gracia de Dios actúe en ti.
Nos cuesta mucho escuchar. Pero es fundamental escuchar. La fe viene de escuchar: Pero no todos han prestado oídos al Evangelio. Pues Isaías afirma: Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje? Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo (cf. Rom 10, 16-17).
Es tan importante escuchar que la Iglesia nos invita a comenzar todos los días la Liturgia de las Horas con el Salmo que dice: Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón».
En el ser cristiano todo es don. No has de vivir en tus fuerzas, sino en el poder del Espíritu que actúa en ti.