Reflexión martes 21 de junio
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.»
Palabra del Señor
Reflexión
El Evangelio nos muestra hoy la regla de oro del comportamiento cristiano: lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos.
También nos invita a _entrar por la puerta estrecha,_ porque si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará (cf. Mt 16, 24-25).
Un discípulo no es más que su maestro (cf. Mt 10, 24) y, por tanto, en el seguimiento de Cristo tendremos que experimentar tanto la tentación: Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo (cf. Mt 4, 1); como el combate: porque el diablo, como león rugiente ronda buscando a quien devorar (cf. 1 Pe 5, 8); como la persecución: si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros… si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán (cf. Jn 15, 18. 20).
Pero ¡no tengas miedo! También nos dice Jesús: Os he hablado de esto para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo (cf. Jn 16, 33); recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra (cf. Hch 1, 8); y Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra… y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28, 18.20)
Pero ¿dónde está la “estrechez” de la puerta? En la humildad. En agachar la cabeza, como signo que tú no eres dios; de que tú no eres el Creador sino la criatura; tú no eres el Maestro, sino el discípulo; tú no eres el Señor, sino el Siervo… Y el Señor ha escondido los misterios del Reino a los que se creen importantes y los ha revelado a los pequeños.