Reflexión martes 27 de junio
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.»
Palabra del Señor
También nos invita a entrar por la puerta estrecha, porque si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará (cf. Mt 16, 24-25).
¿Qué nos quiere decir el Señor con todo esto? ¿Cuál es la puerta estrecha por la que hay que entrar?
La puerta es Jesucristo (cf. Jn 10, 9): Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará. Jesucristo es el Salvador.
¿Por qué es estrecha la puerta? Porque si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga (cf. Mt 16, 24-25).
Porque el camino del discipulado es el camino de la humildad. Y si quieres encontrarte con Jesús, has de ir al último puesto. Porque ahí está Jesús. Escondido en el pesebre de Belén… escondido en la humillación de la Cruz. Y el encuentro con Jesús llenará tu vida. Porque al cielo se sube, ¡bajando!
Un discípulo no es más que su maestro (cf. Mt 10, 24) y, por tanto, en el seguimiento de Cristo tendremos que experimentar tanto la tentación: Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo (cf. Mt 4, 1); como el combate: porque el diablo, como león rugiente ronda buscando a quien devorar (cf. 1 Pe 5, 8); como la persecución: si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros… si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán (cf. Jn 15, 18. 20).
Pero ¡no tengas miedo! También nos dice Jesús: Os he hablado de esto para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo (cf. Jn 16, 33); recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra (cf. Hch 1, 8); y Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra… y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28, 18.20)