Reflexión miércoles 24 de julio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,1-9):
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.»
Palabra del Señor
Reflexión
Dios crea el universo por la Palabra (cf. Gn 1 y Jn 1). El universo no es el resultado de una lucha entre fuerzas oscuras, sino Creación por la Palabra de Dios, que convierte el caos oscuro en un cosmos ordenado según el proyecto de Dios.
Y lo mismo ocurre en tu vida: Dios hace en ti la obra de la nueva creación, por medio de Jesucristo, la Palabra hecha carne, con el don de su Espíritu.
También tu vida puede ser un caos desordenado, vacío, sin sentido; o puede ser un cosmos ordenado por el Espíritu Santo. Puedes vivir como un vagabundo existencial o como un peregrino. Puedes vivir en una soledad poblada de aullidos (cf. Dt 32) o con la dulce presencia del Espíritu consolador.
¿De qué depende?
De acoger la Palabra, guardarla en el corazón y dejarla crecer. No importa que la entiendas. Lo que importa es que te fíes, que creas. Que confíes en el poder de Dios. Su palabra es eficaz.
Lo que importa es que, como María, puedas decir: Hágase según tu palabra, porque para Dios no hay nada imposible, porque Tú, Señor, cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida.
Y entonces, verás la gloria de Dios, porque los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá, porque ni el ojo vio ni el oído oyó ni el hombre puede siquiera imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman (cf 1 Co 2, 9).
Y con una gran alegría, porque poseemos las primicias del Espíritu y contemplamos la obra que está haciendo en nosotros: muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.