Reflexión miércoles 6 de septiembre
De la epístola de San Pablo a los Colosenses 1,1-8
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y el hermano Timoteo al pueblo santo que vive en Colosas, de hermanos fieles a Cristo.
Os deseamos la gracia y la paz de Dios nuestro Padre.
En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todo el pueblo santo.
Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez la Buena Noticia, el mensaje de la verdad.
Esta se sigue propagando y dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros desde el día en que lo escuchasteis y comprendisteis de verdad lo generoso que es Dios.
Fue Epafra quien os lo enseñó, nuestro querido compañero de servicio, auxiliar fiel que Cristo nos ha dado.
El ahora nos ha hecho ver el profundo amor que sentís por nosotros
Palabra de Dios
REFLEXIÓN
Comenzamos a escuchar la carta de san Pablo a los Colosenses, que nos acompañará unos días.
San Pablo nos dice que es apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios. En el ser cristiano, nadie trabaja “por cuenta propia”. Todos somos elegidos, llamados, enviados: No me habéis elegido vosotros a mí; más bien os he elegido yo a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto…
La comunidad cristiana no es un grupo de amigos, es un pueblo santo elegido por Dios para vivir la fe no de una manera solitaria, sino formando una familia, un pueblo. Un pueblo de hermanos fieles a Cristo. Los hermanos no se eligen, se acogen como un don de Dios, y viven iluminados por la Palabra de Dios para hacer Su voluntad.
Pablo da gracias a Dios por la fe, la esperanza y la caridad, que se manifiestan en los colosenses. Son las tres virtudes teologales, fundamento de la vida cristiana. Son un don de Dios, y el que las vive está en la verdad del Evangelio.
Destaca cómo os amáis en el Espíritu. El amor entre los hermanos de la comunidad no es meramente humano. No se queda en lo sentimental o afectivo. Es un amor sobrenatural, como el de Cristo: amaos como yo os he amado.
Amar al otro como Dios lo ama: como es, sin exigirle nada, gratuitamente; amarle por lo que es: un hermano que Dios te ha dado. Mirarle como Dios lo mira: como un padre lleno de ternura y misericordia. Amándole en su debilidad, en la dimensión de la cruz (cf. Jn 15, 12-13).
Este será un signo de haber acogido el don del Espíritu Santo, que ha derramado en nuestros corazones el amor de Dios (cf. Rm 5, 5).
A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).