Reflexión miércoles 7 de julio
Evanegelio según san Mateo 10,1-7
Id a las ovejas descarriadas de Israel
En aquel tiempo, Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, el llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el fanático, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
-No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel.
Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca.
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
Escuchamos en la primera lectura la impresionante historia de José, vendido por la envidia de sus hermanos. Una historia, como la tuya y como la mía, llena de cosas que no entiendes.
Una historia en la que también aparece el pecado: el que tú haces y el que hacen otros y te afecta a ti; como tu pecado afecta tantas veces a los demás.
Pero una historia en la que José deja entrar a Dios, pone a Dios en el centro, y entonces el Espíritu Santo la transforma en historia de amor y de salvación.
Entonces, como dirá san Pablo (cf. Rom 8, 28): en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman”: Dios escribe recto con renglones torcidos.
Por eso, esta palabra te invita a que dejes entrar a Dios en tu vida y le dejes ser el Señor de tu historia, y a pedir cada día el don del Espíritu Santo: Él hace nuevas todas las cosas; Él puede sacar bien del mal, puede sacar vida de la muerte, puede convertir la cruz en resurrección y gloria.
José tampoco se venga de sus hermanos, ni los juzga ni los condena. Como tiene a Dios en su corazón, puede mirar a sus hermanos con los ojos de Dios, y así compadecerse de ellos y tener una mirada de misericordia.
Esta es también la perspectiva del Salmo: Dios es Señor de la historia. ¡No tengas miedo! Déjate llevar por el Señor, deja que Él haga los planes de tu vida. Él te ama más que nadie y sus ojos -ojos de amor y misericordia- están puestos en ti, para que tengas vida y vida en abundancia (cf. Jn 10, 10).
Él, y sólo Él, por el don del Espíritu Santo, puede transformar la rutina de tu vida en un regalo nuevo cada día.
El Evangelio nos recuerda la llamada. Todo en el ser persona y en el ser cristiano es vocación, llamada. El Señor te ha llamado y te llama cada día por tu nombre, porque te ama: no existes por casualidad. Dios te ama, te llama a la vida, a seguirle, a una vocación concreta…, pero, en definitiva, te llama a la santidad.
A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).
Acción Familiar
«Pero tú, cuando reces, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.» (Mateo 6, 16).
Gesto
- Encender una vela.
- Comienzo: En el nombre del Padre… (Señal de la Cruz)
- Gesto en Familia:
Reflexión: ¿Si Dios estuviera tratando de decirme algo, lo notaría? ¿Si Dios me aconsejara o me desafiara, me daría cuenta? Imagino a Jesús mismo sentado o de pie, a mi lado, y comparto estos sentimientos con Él y hago partícipes a los demás.
- Oración final:
Señor Jesús,
ayúdame a estar siempre abierta/o a Tí.
A dejar de lado las preocupaciones de este mundo,
llena mi mente con Tu Paz, con Tu Amor.
Te pido la gracia de librarme de mis preocupaciones,
y estar atenta/o a escuchar lo que me digas en cada momento.
Envía tu Santo Espíritu, Señor,
Para que pueda estar atenta/o a tu llamada.
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo,
Como era en un principio,
Ahora y siempre.
por los siglos de los siglos
Amén.