Reflexión miércoles 7 de junio
Del evangelio según Marcos 12,18-27
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:
-Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano.»
Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella.
Jesús les respondió:
-Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo.
Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: «Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob»? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
La primera y principal de las verdades de nuestra fe es que Dios te ama. Que no existes por casualidad, sino que Él te ha creado porque te ama; te ha llamado a la vida para hacer contigo -la está haciendo- una historia de amor y de salvación.
Y el Evangelio de hoy nos invita a descubrir la meta de esta historia, la meta de tu vida. Dios te ama tanto, que no te ha creado para vivir unos años (¡aunque fueran cien!). Te ama tanto que te ha creado para vivir con Él para siempre, para toda la eternidad.
La meta de tu vida no es llegar a “viejo” sino llegar al cielo.
La pregunta que los saduceos hacen a Jesús en el Evangelio es una pregunta absurda, que quiere ver si hace confundir a Jesús.
Pero Jesús les invita a descubrir que la resurrección no es una simple continuación de esta vida, sino una vida nueva y distinta, una vida de plenitud que no podemos comprender con nuestra mentalidad terrena: ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios tiene preparado para los que le aman. Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu (cf. 1 Co 2, 9-10).
Por eso Jesús, tendrá que decirles: Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error (cf. Mc 12, 24).
Hemos cantado en el Aleluya: Yo soy la resurrección y la vida -dice el Señor-; el que cree en mí no morirá para siempre (cf. Jn 11, 25s). Y en el Salmo: Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado, que no triunfen de mí mis enemigos, pues ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor (cf. Rom 8).
¡Jesucristo Vive! ¡Si crees, verás la gloria de Dios!
Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).
Acción Familiar
Dios dijo: «Yo soy el Dios de Abrahám, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos» (Marcos 12; 26).
Gesto
- Encendemos una vela o colocamos una estampita o foto de la Virgen delante.
- Comienzo: En el nombre del Padre… (Señal de la Cruz)
- Gesto en Familia:
Sin olvidar que sigo en la Presencia de Dios, imagino a Jesús mismo, de pie o sentado a mi lado. Le digo todo lo que está en mi mente, y en mi corazón, tal como se le habla al mejor amigo.
- Oración final:
Señor,
muchos países sufren las agonías de conflictos y guerras.
Inclino mi cabeza y agradezco mi libertad.
Te ruego por todos los prisioneros y cautivos.
Tú eres el amor que lo envuelve todo.
Que mi corazón pueda convertirse en uno con el Tuyo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.