Reflexión sábado 14 de mayo
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-17):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»
Palabra del Señor
Reflexión
Fiesta de San Matías.
Señor, sabemos que todos los días no son iguales. Los hay nublos, los hay claros, los hay fríos, los hay calurosos. Lo mismo ocurre con tu palabra. La palabra de hoy es de día de fiesta, es de día de sol sin ocaso. Y el tema no puede ser otro que el tema del amor. Ya sabíamos que nos querías, pero no sabíamos que nos quisieras tanto. Nos llamas amigos, y nos dices que tu amor a nosotros llegó a tal extremo que fuiste capaz de dar la vida para expresar así mejor el amor que nos tenías. Gracias, Señor, por querernos tanto.
Qué distinta la piedad de Jesús de la de los judíos de su tiempo. Éstos tenían muchas leyes, muchos preceptos, muchas normas. Jesús sólo tiene una: La Ley del amor. Lo que nos dejó Jesús como testamento y norma suprema es “que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado”. Lo que nos distingue como cristianos ni siquiera es el amor sino el amor tal y como lo entendió Jesús. Y Jesús entendió el amor hasta estar dispuesto a dar la vida por las personas que amaba. Lo ideal del cristiano es vivir para amar, vivir desviviéndose por los demás, gastar la vida amando, de modo que la mejor manera de perder el tiempo sea emplearlo en algo que no se pueda reciclar en amor. En el cristianismo el amor no es un consejo sino un precepto, un mandato. Uno se pregunta: ¿Se puede obligar a amar? Jesús no obliga a nadie a ser cristiano, pero en el momento que uno opta por serlo, ya no es libre para el amor, porque en el momento que dejo de amar dejo de ser cristiano. Es imposible encontrar a un cristiano sin amor como no es posible encontrar a un humano vivo sin pulso. Lo dice muy bien San Juan; “El que no ama está muerto” (1Jn. 3,14) Y la religión de Jesús no es religión de muertos sino de vivos.