Reflexión sábado 17 de mayo
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 7-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
Jesús asegura que quien cree en Él hará incluso obras mayores. Y no porque tengamos una fuerza especial, sino porque Él mismo sigue actuando en nosotros. Él no se ha ido, sigue presente en todo aquel que se atreve a decirle “sí” y a abrazar su sueño: el Reino de Dios. Nuestra misión no es una carga personal, sino la prolongación de la obra de Jesús. Y por eso los frutos no dependen solo de nuestros esfuerzos, sino de nuestra relación con Él. Podemos sembrar, pero no siempre vemos la cosecha. El amor, la fe, la entrega silenciosa, el servicio escondido… todo eso da fruto más allá de lo que imaginamos.
El Evangelio nos invita a hacer las cosas desde el corazón y por Jesús, no por rutina ni por aparentar. Cada gesto de amor hecho con fe, cada oración sencilla, cada acto de justicia vivido en su nombre tiene un valor eterno. La clave no es hacer mucho, sino hacer lo que hacemos con sentido, con fe, con amor. Así, nuestras pequeñas obras se convierten en obras de Dios, y el mundo puede seguir viendo al Padre a través de los discípulos de Jesús.





