Reflexión sábado 23 de mayo
Lectura del santo evangelio según san Juan (16,23b-28):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará.
Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente.
Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.
Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre».
REFLEXIÓN
«SI PEDÍS ALGO AL PADRE EN MI NOMBRE, OS LO DARÁ»
No es mucho lo que Jesús nos pide a cambio de recibir la generosidad del Padre: Solamente nos pide amor y fe; amor a Dios y fe en su Hijo. De este modo podremos pedir al Padre y recibir de Él “para que nuestra alegría sea completa”.
Tiempo atrás nos dijo que no gastáramos palabrería barata. En efecto: sabemos que Dios no necesita de nuestros largos discursos para saber qué necesitamos. Lo sabe y lo tenemos concedido antes de abrir la boca. El problema para el hombre viene porque pide lo que no debe y no recibe nada. Es nuestro problema. Pedimos, pedimos y seguimos pidiendo, cansando, si esto fuera posible, al mismo Dios. No nos convencemos de que nuestra oración tiene que ser sencilla. Basta un reconocimiento de quien y como es Dios, reconocer que somos sus hijos y en consecuencia somos todos hermanos, vivir esta fraternidad porque esa es su voluntad, prestar nuestras manos a perfeccionar la creación que Dios puso en nuestras manos para que la hiciéramos progresar y ser mejor.
Esta tiene que ser nuestra oración: “hágase tu voluntad”. Todo lo demás nos vendrá añadido sin necesidad de hacer un largo y bonito discurso que nada le dice a Dios porque será, seguramente, un simple ejercicio de retórica, muy bonita, pero perfectamente prescindible. Dios está pendiente de ti, de mí y de cada uno de los seres creados. Si se ocupa de vestir a las plantas con sus flores y sus frutos, si las aves reciben sus plumas y su alimento sin ocuparse en largas oraciones. ¿Por qué gastamos tantas palabras los humanos?, ¿somos fariseos aficionados a largos e inútiles discursos o somos pobres publicanos, conocedores de nuestras miserias, que nos ponemos en las manos de Dios, en ellas confiamos y de Él esperamos todo?
Pidamos al Padre lo que sea necesario pedirle, confiando en que, en su inmensa sabiduría, aquello que pidamos y necesitemos nos será regalado por un Dios que nos ama sin medida. Pongamos en sus manos esta pandemia que padecemos y tengamos confianza y fe en que todo se mueve por su voluntad, aunque nos cueste creer que esto sea obra de Dios, porque entra dentro de lo posible que sea una obra de los propios hombres, tan aficionados como somos a arruinar la tierra que recibimos.