Reflexión sábado 29 de enero
Oración
Señor, estoy demasiado metido en las cosas del mundo, en los trabajos de cada día, en los problemas de siempre. Y necesito oír tu palabra que me dice: “Pasemos a la otra orilla”. Es la orilla de la fe, del amor, de la paz. Es la orilla donde yo me encuentro con Dios en la oración. Y quiero agradecerte, Señor, tu invitación: No me has dicho: ¡Pasa a la otra orilla! Sino “pasemos”. Sin ti, todo me asusta, todo me da miedo. Contigo siempre estoy dispuesto a pasar “a la orilla” que me quieras llevar.
Lectura del evangelio según san Marcos (4, 35-41)
Aquel día, al atardecer, les dice: Pasemos a la otra orilla. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; e iban otras barcas con él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe? Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?
Palabra del Señor
Reflexión
“Al atardecer les dice: Pasemos a la otra orilla”.
El atardecer es el momento que se va luz y, con la falta de luz, la desorientación, el no saber uno donde está. Y esta sensación de oscuridad, de no ver con claridad, de hallarse uno como perdido en la vida, es una experiencia que sentimos todos. ¿Cuál es la solución? Hay que pasar “a la otra orilla”, a la orilla de la fe, de la oración, de la presencia de Dios. Pero Jesús es tan condescendiente que no nos deja nunca solos. No dice: “Pasa a la otra orilla” sino “pasemos” Él siempre viene con nosotros y nos acompaña. Por eso se extraña de la poca fe de los discípulos en la barca. Jesús duerme para probar su fe.
Es muy difícil poder dormir con un fuerte viento y unas olas que ya han entrado en la barca hasta mojar sus pies. Jesús pide a los discípulos de todos los tiempos “que se fíen de Él”. Es más, cuando arrecian los vientos de las dificultades y las olas amenazan con hundir la barca de la Iglesia, no hay que pensar en otra barca. Sólo hay una solución: “embarcarse con Jesús, aunque Él esté dormido”. Hay que poner a Jesús en el centro de la vida.
El Papa Francisco nos dice…
“El amor de Dios es estable y seguro, como los peñascos rocosos que reparan de la violencia de las olas. Jesús lo manifiesta en el milagro narrado por el Evangelio, cuando aplaca la tempestad, mandando al viento y al mar. Los discípulos tienen miedo porque se dan cuenta de que no pueden con todo ello, pero Él les abre el corazón a la valentía de la fe.
Ante el hombre que grita: ‘¡ya no puedo más!’, el Señor sale a su encuentro, le ofrece la roca de su amor, a la que cada uno puede agarrarse, seguro de que no se caerá. ¡Cuántas veces sentimos que ya no podemos más! Pero Él está a nuestro lado, con la mano tendida y el corazón abierto”. (Homilía de S.S. Francisco, 21 de junio de 2015).