Reflexión sábado 8 de junio
Inmaculado Corazón de María
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-51
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Palabra del Señor
Reflexión
El evangelio de hoy nos invita a poner la mirada en nuestra madre, la Virgen María. Ella nos muestra que hay acontecimientos que no siempre tendremos claros, e incluso nos desconcertarán. La postura ante esta situación no debe ser de victimismo o tristeza, sino caminar con esperanza en la búsqueda de soluciones.
Ciertamente, muchos acontecimientos nos desbordarán y desconcertarán, pero, puestos a la luz del Señor, poco a poco se irán iluminando. Todo depende de si nuestra mirada es desde la esperanza, si sabemos poner las cosas en las manos de Dios y esperar los tiempos de Él, donde todo se irá clarificando.
Virgen María, ruega por nosotros