Reflexión viernes 11 de julio
Del evangelio según san Mateo 19, 27-29
En aquel tiempo, dijo Pedro a Jesús: «Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?» Jesús les dijo: «En verdad os digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna».
Palabra del Señor
Reflexión
Hoy celebramos a San Benito de Nursia, fundador del monacato occidental y patrono de Europa. El Evangelio, por tanto, es el propio de esta fiesta e ilumina la vida de San Benito. Al hacerlo constatamos, primero de todo, una verdad fundamental: el Evangelio es para vivirlo y se ha hecho carne en muchas vidas, especialmente en la de los santos. La vida de los santos -como escribió San Francisco de Sales- es a la letra del Evangelio como la música interpretada es la música escrita de las partituras.
En segundo lugar, nos fijamos en San Benito y vemos en él a alguien que, literal y radicalmente, lo dejo todo por Cristo, y, al hacerlo, fue beneficiario de la promesa que también, literal y radicalmente, prometió el Señor: recibir cien veces más y heredar la vida eterna. Ahora, viviendo la gloria del Cielo, es para nosotros, además de ejemplo y estímulo, intercesor poderoso y amigo en el Señor.
Podemos pensar también en esta herencia que recibió San Benito: la ingente cantidad de monjes y monjas que han seguidos sus pasos y, más aún, todas las personas que se han beneficiado de la salud espiritual y sapiencial que han dimanado los monasterios benedictinos durante siglos a lo largo y ancho del mundo, especialmente en Europa. En efecto, como dijo Benedicto XVI, «San Benito de Nursia, con su vida y su obra, ejerció una influencia fundamental en el desarrollo de la civilización y de la cultura europea. […] De hecho, la obra del santo, y en especial su Regla, fueron una auténtica levadura espiritual, que cambió, con el paso de los siglos, mucho más allá de los confines de su patria y de su época, el rostro de Europa, suscitando tras la caída de la unidad política creada por el Imperio Romano una nueva unidad espiritual y cultural, la de la fe cristiana compartida por los pueblos del continente. De este modo nació la realidad que llamamos Europa».
Que San Benito nos ayude a seguir radicalmente a Cristo e interceda por Europa para que en ella no se apague la llama de la fe.





