3 may

Reflexión viernes 3 de mayo

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 6-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás:

«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».

«Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».

Felipe le dice:

«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».

Jesús le replica:

«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre» ? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.

En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

 Proponemos como reflexión este extracto de una homilía del Papa Francisco.

https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2017/documents/papa-francesco-cotidie_20170516_paz-no-es-tranquilidad.html

Del riesgo de dejarse embaucar por una «paz tranquila, artificial y anestesiada» –con el cartel de «no molestar» incluido– típica del mundo y que cada uno puede fabricarse por sí mismo, advirtió el Papa Francisco en la misa celebrada el martes 16 de mayo en Santa Marta. Y propuso de nuevo la verdadera esencia de la paz que sin embargo nos dona Jesús: «una paz real» porque está enraizada en la cruz, capaz de pasar a través de las muchas tribulaciones cotidianas de la vida, entre sufrimientos y enfermedades. Pero sin caer en el estoicismo o haciendo “de faquires”. Y precisamente respecto a esto, Francisco quiso reproponer el pensamiento eficaz de san Agustín: «La vida del cristiano es un camino entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios» (De Civitate Dei XVIII, 51).

 Para su meditación el Pontífice se inspiró en el pasaje evangélico de Juan (14, 27-31), propuesto por la liturgia: «Jesús estaba en la cena con sus discípulos, la última cena, y les dice: “os dejo la paz, mi paz os doy”». Él, insistió el Papa, «les regala la paz». Y añadió también: «No se turbe vuestro corazón ni se acobarde». Haciendo esto, explicó Francisco, «el Señor comienza a despedirse de los suyos» precisamente «con este regalo, con el don de la paz». Además, prosiguió, «hemos escuchado también el pasaje de los Hechos de los Apóstoles» (14, 19-28), que cuenta «el viaje que Pablo y Bernabé hicieron desde Antioquía para después volver a Antioquía, y escuchamos las cosas que sufrieron». Tanto que la pregunta propuesta por el Papa es precisamente si «esta es la paz que te da Jesús». Pablo y Bernabé, de hecho, «predicaban en Listra»; pero –nos dicen los Hechos– «vinieron de Iconio algunos que persuadieron a la multitud que lo que predicada Pablo no era verdad». Y la multitud enseguida fue «por otro lado: lapidaron a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, dándole por muerto».

 En resumen, se preguntó el Pontífice, «¿pero esta es la paz que da Jesús? ¿O Pablo no había recibido la paz?». Los Hechos cuentan después que Pablo «“se levantó y, rodeado de los discípulos entró en la ciudad”, porque no estaba muerto, y continuó anunciando el Evangelio». Con su estilo, explicó Francisco, «había hecho un número considerable de discípulos y antes de irse ordenó sacerdotes, presbíteros, para que cuidara de esa gente». Así Pablo «seguía trabajando». Y frente a todo esto repetía: «Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios»

 Por tanto, afirmó el Pontífice, «es una paz en medio de las tribulaciones». Y por esta razón «cuando Jesús da este regalo y dice a sus discípulos: “os dejo la paz, mi paz os doy”, añade: “no os la doy como la da el mundo, yo os la doy a vosotros”». De hecho, explicó el Papa, «la paz que nos ofrece el mundo es una paz sin tribulaciones: nos ofrece una paz artificial, una paz que más que paz es tranquilidad». Sería como decir: «por favor, no molestar: yo quiero estar tranquilo».

 Se podría decir, prosiguió Francisco, que el mundo nos ofrece «una paz que mira solamente a las propias cosas, a las propias seguridades, que no falte nada». A este propósito, el Pontífice hizo referencia a la «figura del rico Epulón, ese hombre que vivía en paz, feliz, siempre con los amigos, pero amigos interesados porque iban con él porque se comía bien en esa casa, se hacía fiesta». Y así, «estaban todos tranquilos», pero también estaban todos «cerrados: no veían más allá».

 «El mundo nos enseña el camino de la paz con la anestesia» volvió a repetir el Papa. Y el mundo «nos anestesia para no ver otra realidad de la vida: la cruz». Por este motivo «Pablo dice que se debe entrar en el reino del cielo en el camino, con muchas tribulaciones». Pero «¿se puede tener paz en la tribulación?». «Por nuestra parte, no» respondió Francisco, porque «nosotros no somos capaces de hacer una paz que sea tranquilidad, una paz psicológica, una paz hecha por nosotros porque las tribulaciones existen: hay quien tiene un dolor, una enfermedad, una muerte».

 En cambio «la paz que da Jesús es un regalo: es un don del Espíritu Santo». Y «esta paz va en medio de las tribulaciones y va hacia adelante: no es –precisó– una especie de estoicismo, como el que hace el faquir». Es exactamente «otra cosa, es un don que nos hace seguir adelante». Tanto que «Jesús, después de haber dicho esto, se fue al Monte de los Olivos porque les dijo: “ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo». Y diciendo estas palabras, «se fue a sufrir la tentación: el ofrece todo a la voluntad del Padre y sufre, pero no falta la consolación de Dios». Se lee efectivamente en el Evangelio: «Se le apareció del cielo un ángel para consolarle».

 He aquí, entonces, explicó el Papa, que «la paz de Dios es una paz real, que va en la realidad de la vida, que no niega la vida». Porque «la vida es así: hay sufrimiento, hay enfermos, hay muchas cosas feas, hay guerras, pero esa paz de dentro, que es un regalo, no se pierde, sino que se sigue adelante llevando la cruz y el sufrimiento». Con la conciencia de que «una paz sin cruz no es la paz de Jesús: es una paz que se puede comprar». Quizás «podemos fabricarla nosotros, pero no es duradera: termina».

 Llevando su reflexión a la vida cotidiana de cada uno, el Papa explicó que «cuando yo me enfado y pierdo la paz, cuando mi corazón se preocupa, es porque no estoy abierto a la paz de Jesús; porque no soy capaz de llevar la vida tal como viene, con las cruces y los dolores que llegan: porque no soy capaz de pedir: “Señor, dame tu paz”». Y esta, afirmó Francisco, «es una bonita gracia para pedir hoy, escuchando este pasaje de Jesús y esa palabra de Pablo: “debemos entrar en el reino de Dios a través de muchas tribulaciones”». De aquí la invitación a pedir «la gracia de la paz, de no perder esa paz interior». Por ello, al finalizar, la oración sugerida por el Papa fue que «el Señor nos haga entender bien cómo es esta paz que Él nos regala con el Espíritu Santo».

ORACIÓN

Proponemos dos oraciones para hoy. El salmo responsorial  26 y la oración atribuida a San Francisco de Asís sobre la paz.

 

Salmo 26

El Señor es mí luz y mi salvación,

¿a quién temeré?

El Señor es la defensa de mi vida,

¿quién me hará temblar?

 

Si un ejército acampa contra mí,

mi corazón no tiembla;

si me declaran la guerra,

me siento tranquilo.

 

Él me protegerá en su tienda

el día del peligro;

me esconderá en lo escondido de su morada,

me alzará sobre la roca.

 

Tu rostro buscaré, Señor,

no me escondas tu rostro.

que tú eres mi auxilio;

no me deseches.

 

Señor haz de mi instrumento de tu Paz

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.

Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.

Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.

Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.

Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.

Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.

Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.

Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.

Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,

ser comprendido, cuanto comprender,

ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,

es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,

es perdonando, como se es perdonado,

es muriendo como se resucita a la vida eterna. Amén

 

ACCIÓN EN FAMILIA

Rezar toda la familia reunida una de las dos oraciones propuestas por la Paz.

Y también ver la homilía del Papa.

https://www.vatican.va/content/francesco/es/events/event.dir.html/content/vaticanevents/es/2022/4/16/veglia-pasquale.html

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