Hitos de Valencia grabados a fuego

Francisco A. Cardells-Martí

Director IV Jornada Historia Comarcal

Universidad Católica de Valencia

Todos los pueblos cuentan a lo largo de su historia con una dinámica que tiene momentos decisivos (guerra, despegue económico,  … ) y otros más pasajeros (el trabajo diario…). Es como nuestra vida, un día cualquiera que puede pasar desapercibido o uno que nos ha marcado para siempre porque cuando nos tocó la lotería, empezamos a trabajar o nos quedamos huérfanos. Estos momentos clave suponen una alteración del ciclo cotidiano, salir de nosotros, como un instante fugaz en el que por un momento somos más de lo que somos. Cuando volvemos a nuestro estado natural lo recordamos y hacemos memoria de esto que nos ha pasado.

En Valencia el enriquecimiento con la seda produjo en el siglo XVIII un esplendor sectorial y social único que modificó hasta el paisaje rural con campos de moreras de cuyas hojas se alimentaban los gusanos, dando uso a las “cambras” para el secado de los capullos y desarrollando una manufactura portentosa. Hoy un barrio, el de Velluters y el mismo Colegio del Arte Mayor de la seda, quedan como testimonio de la apuesta.  Y qué decir de la expansión de los naranjos a inicios del siglo XX que creó un modelo productivo espectacular con una riqueza exportadora que identificó la identidad de Valencia (y hasta toda España) con las naranjas.

También las malas noticias de una invasión pueden ayudar a rebelarnos y hacer que seamos mejores. Valencia tuvo que resistir en dos años (1363 y 1364) sendos asedios liderados por el Rey Pedro de Castilla. La fidelidad fue recompensada por el Rey de Valencia Pere el Cerimoniós que otorgó al escudo de la Ciudad su corona y las dos Eles flanqueándolo en señal de ser doblemente leal a su persona.

Estas imágenes no obvian seres semifabulosos del lugar. Los murciélagos, que diversas leyendas quieren ver unidas a la figura del Rey Jaume el Conquistador, hacen que remate su corona aunque en vida no lo hiciera nunca. Y las principales ciudades de Aragón tienen este privilegio de rematarse con el Rat Penat (Barcelona, Fraga, Palma … ) pero sólo Valencia es capaz de resistir los ciclos y mantenerla en la parte superior, bien alta, incluso sobre la Real Senyera de Valencia.

Lo mismo diríamos del drac alat, un remate del siglo XIV, que no es propiamente del Rey En Jaume, que figura como  timbre del escudo de la Generalitat por gracia del Estatut de Autonomia y por todas partes recordamos tradiciones asociadas a él. Un miedo ancestral a  seres fabulosos, ya sean monstruos o demonios, aterra los habitantes pero un caballero con la Cruz de Cristo acaba siempre sometiendo la bestia.

En el Corpus de Valencia (festa grossa) tenemos la tarasca y un dragón para corroborarlo el domingo en el desfile de los bestiarios. Sea santa Marta, San Jorge o el sumsumcorda lo importante es el acto de vencer el mal incorporándolo, una transgresión provisional para garantizar el ciclo, ir a la guerra para mantener la paz. Por eso el drac alat, que al final resultó ser un par de caimanes que regaló el virrey del Perú al Arzobispo de Valencia San Juan de Ribera, poco importa que no existiera o no apareciera en las marjales de Rafalell o Vistabella o en la cueva del Puig, porque el imaginario colectivo quiso verlo así y lo hizo transgresión para incorporarlo a nuestra historia.

De todo esto y mucho más tratará la IV Jornada de Historia Comarcal CUHC que se celebrará el día 6 de junio en la sede de San Juan y San Vicente de la Universidad Católica de Valencia, en la que además de ofrecerles un documental sobre estas cuestiones, explicaremos las claves de un libro y sobrevolaremos lo cotidiano a base de pócimas montados en escobas.

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