Tres disparos, sólo tres disparos

Hicieron falta solo tres disparos para que John Fitzgerald Kennedy se haya convertido en leyenda mundial

Solo tres disparos del desequilibrado Lee Harvey Oswald en Dallas y mil días de mandato fueron necesarios para que la leyenda de John Fitzgerald Kennedy atravesara a la sociedad norteamericana y, por ende, al resto de la sociedad internacional.

La figura del presidente fue engrandecida, tal vez por una sociedad sedienta de referentes y liderazgos como parece ser que hoy por hoy nos ocurre. Probablemente la historia de los Kennedy no hubiese interesado a nadie a no ser por la conquista de John del Despacho Oval.

Los Kennedy, con Jacqueline a la cabeza, desprendían glamour de consumo generalizado, lo que alimentaba en grandes dosis la fantasía de los norteamericanos. Pero no solo el asesinato de John, considerado el crimen del siglo por la revista Time fue clave, sino la tragedia (o lo que algunos denominan, la maldición) a la que involuntariamente se sometió la saga familiar bastó para construir un halo de misterio e interés que todavía atrae a la opinión pública.

Robert y Ted Kennedy también tuvieron papeles estelares en la política americana aunque también legendarias fueron sus muertes. El primero de ellos, asesinado a tiros en un hotel de Los Ángeles. Ted resultó muerto en un extraño accidente de tráfico.

La figura de Jackie Kennedy a lo largo de su vida no pasó desapercibida aún a sabiendas que las first lady no son elegidas por el pueblo pero actúan como un verdadero tsunami entre la sociedad. Caen como ejemplos a seguir.

Jackie Kennedy, luego convertida tras su matrimonio con el multimillonario griego Aristóteles Onassis en Jacqueline Onassis, lo vivió en sus propias carnes hasta el día en el que un cáncer linfático se la llevó por delante a la edad de 64 años en Nueva York tras una vida de lujo, poder, fama, belleza y glamour.

Aunque, probablemente, si los hechos vividos y protagonizados por los Kennedy hubiesen ocurrido en el siglo XXI no hubiesen sido tratados del mismo modo tanto por la opinión pública como por los medios de comunicación y redes sociales. Curiosamente el respeto a su vida privada primó, el silencio y el mimo por cuidar su imagen externa, sus enfermedades y escarceos amorosos fueron ley para los miembros de su equipo. Hoy la máquina de la rumorología se tornaría en vocerío mediático.

Hay leyendas que son leyendas solo por el simple hecho de que ocurren en un tiempo, un espacio, un contexto y unas circunstancias determinadas. Y John cumplía todos los requisitos.

Pero centrémonos en los aspectos característicos de la figura de John F. Kennedy. Fue el primer presidente en ser elegido a una edad joven, con notable poder físico e intelectual, católico, aparentemente rebosante de salud, atractivo y lleno de encantos personales y virtudes. Sin embargo, todos hemos conocido sus aventuras extra matrimoniales lo que también ayuda a alimentar la leyenda y mantenerla hoy latente. Estos motivos hicieron que el presidente lograra dejar huella en toda una sociedad en la que comenzó a interesarse más por la credibilidad, la imagen pública y la confianza que por la ideología.

Por ser el primero lo fue hasta en protagonizar el primer debate electoral televisado el 26 de septiembre de 1960. Su contrincante fue Richard Nixon, ante la cuidada imagen del senador Kennedy, poco pudo hacer. Claro que nada en ese debate fue casual. John ensayó durante días las miradas, las pausas durante sus intervenciones, su equipo definió sus mejores ángulos de cámara. Nada quedó abandonado a su suerte. Su traje azul marino, camisa clara, corbata, maquillaje y su piel dorada del sol fueron impecables.

Resulta cuanto menos destacable comprobar cómo los 70 millones de telespectadores le dieron la victoria en el debate a Kennedy. Sin embargo, para los oyentes de la radio, el ganador fue Nixon. El republicano obvió la importancia de la apariencia física. No quiso maquillarse, vistió traje gris y apareció nervioso, sudoroso y fatigado. Un hito que sirvió a la clase política para convencerse de que en los nuevos medios de comunicación de masas impera lo visual sobre lo oído y escrito. De hecho se calcula que en torno al 80% y 90% de la información es retenida en nuestro cerebro mediante la visión.

La sociedad, la política y los políticos son complejos y necesitan ser replanteados de forma constante e innovadora. Kennedy, revolucionó la forma de presentarse ante el mundo.

Para algunos, los mil días de presidencia fueron tiempos para lanzar muchas promesas que tras su asesinato se desvanecieron, otros lo tachan de ser un presidente mediocre, para otros tantos sin embargo y bajo nuestra opinión, John fue el primer presidente que envió al Congreso una de las leyes más ambiciosas sobre los tan ansiados derechos civiles en EEUU.

El equipo de John supo investigar, analizar y determinar el modelo de político que la sociedad americana precisaba en la década de los 60. Era el perfecto candidato que encarnaba a la familia inmigrante, dados sus orígenes irlandeses, familiar, acaudalado, con estudios universitarios y con experiencia militar. Él, pero sobre todo su equipo, supieron convertirlo en un individuo único, singular y al servicio estratégico de la propaganda de Estados Unidos.

La imagen, los gestos y la apariencia de los políticos está claramente relacionado con las conductas electorales de los votantes y en Estados Unidos donde la política es convertida en show, el efecto se multiplica por mil. En cuestiones electorales y de imagen pública nos llevan la delantera.

Cada sociedad afronta los retos del momento en el que le toca vivir, utilizan los instrumentos que los tiempos dictan. Sin duda, John F. Kennedy ganó en 1960 las elecciones porque supo entender, interpretar y usar la televisión. Obama hizo lo propio en la campaña electoral de 2008. Ambas campañas fueron el punto de inflexión; ambas campañas, acompañadas de un contexto histórico determinado, cambiaron el paradigma de la comunicación política.

Tal vez, John F. Kennedy fue la primera figura política creada para consumir por una sociedad encauzada al espectáculo.

  Ángeles Gómez Mañes. Antigua alumna del Máster en Marketing político y Comunicación institucional de la UCV.

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