Reflexión lunes 29 de mayo
EN aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:
«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».
Jesús le contestó:
«Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».
Él replicó:
«Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
«¿Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!».
Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:
«Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».
Ellos se espantaron y comentaban:
«Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
La Virgen, con la advocación de Madre de los Desamparados, ha llenado los corazones, las calles y los pueblos de la diócesis en este año del centenario de su coronación canónica como patrona de Valencia. Es la misma persona de la Virgen María la que el Señor desde la cruz se la entrega como Madre al evangelista San Juan, Madre de todo la Iglesia. Pero ¿De qué nos valdría el título de madre sino fuera la Madre del Hijo de Dios? ¿De que nos valdría la fe en Jesús de Nazaret si no fuera Dios? Siempre tendríamos el consuelo humano de que sus palabras nos invitan a construir una sociedad más humana y más justa, pero entonces, nuestra historia y la de toda humanidad terminaría en este mundo.
En el evangelio, que leemos hoy, siempre impresiona la pregunta del joven al Señor: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” La pregunta crea una situación radicalmente nueva, sin embargo, lo hace con mucha naturalidad. Todavía resulta más sorprendente si la relacionamos con las preocupaciones del día a día de nuestra sociedad. Lo evidente, experimentable empíricamente, las imágenes y los mensajes que se leen en las redes, el deseo de vivir y disfrutar llenan la vida de nuestro mundo. Pero ¿Hay algo que sea definitivo y calme todos los deseos de los hombres? ¿Pensaba el joven rico que la vida eterna era la prolongación de la vida, como la conocemos, pudiendo gozar de los bienes de la tierra? La repuesta del Señor deja bien claro que la vida eterna no se identifica con la realidad material que vemos. Cumplir los mandamientos, venderlo todo y darlo a los pobres, nos está diciendo que los bienes materiales no son un fin, sino un medio y la vida eterna pasa por el buen uso de los mismos. ¿Cómo alcanzar esta visión de la vida? La humildad es el principio de la sabiduría para lograrlo, nos hace ver nuestra propia realidad y la de los demás, reconociendo que la vida y la fuerza que hay en el ser humano no procede de nosotros mismos, si fuera así ya habrían intentado comprarla y dominarla. Las palabras de Pedro sirven para el momento actual también, Señor solo tú tienes palabras de vida eterna ¿a quién acudiremos?
-Pedimos para que el Señor despierte en el corazón humano el deseo de la Vida Eterna.
-Por la paz en el mundo entero
-Por la salud de todos los enfermos
-Por que despierte en los jóvenes vocaciones al sacerdocio