3 oct

Refelexión domingo 3 de octubre

Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,2-16):

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?»
Contestaron: «Moisés Permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»
Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios «los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.» De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor

Reflexión

En el evangelio de este domingo Jesús nos habla del sacramento del matrimonio. Nos dice que las personas cuando se casan ya “no son dos, sino una sola carne”. ¿Qué quiere decir esto? Que entran dos en el templo y salen uno. Ahora me pregunto yo, es magia como Harry Potter o es misterio de Dios. Sin duda alguna es misterio de Dios, cuando las palabras de los contrayentes en el consentimiento se hacen sacramento, misterio de Dios. Cuando dos voluntades, dos entendimientos libremente y por amor se comprometen ante el alter de Dios a formar una familia basada en el amor y en la fidelidad.

 

Esto es lo que tenemos que pedirle a Dios, que seamos felices en medio de nuestra vida y lo seremos si antes de poner nuestros caprichos e intereses ponemos el amor de Dios en medio de nuestra vida, un amor de Dios que no nos lo quedamos para nosotros mismos sino que lo damos a los demás. Que el señor con conceda ser siempre felices y vivir en el amor.

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