Refelxión viernes 13 de enero
Lectura del santo evangelio según san Marcos 2,1-12
Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
«¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:
«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralítico-:
“Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
«Nunca hemos visto una cosa igual».
Palabra del Señor
Reflexión
Ofrecemos un extracto de una homilía del Papa Francisco en misa en Santa Marta .El motivo fue, como es habitual, el Evangelio del día, tomado de un pasaje de Juan (16-20) El momento supremo en el que «Jesús se despide» de los apóstoles antes de la Pasión, el Papa Francisco dedicó la meditación durante la misa celebrada en Santa Marta el jueves 26 de abril de 2018.
Para ver el texto completo puede verse
Cuánto podría aprender todo cristiano si, con «humildad», se dejara mirar por Jesús «con la misma mirada» con la que el maestro miró a sus amigos durante la última cena. Podría compartir el privilegio que fue de los apóstoles de recibir y comprender qué significa para su vida la «herencia de Jesús», el «testamento» que Él les encomendó en dos gestos: la institución de la eucaristía y el lavatorio de los pies
«en la alegría del tiempo pascual» la Iglesia hace meditar sobre «un momento triste, de angustia»: ese en el que Jesús, que «sabe qué sucederá», se despide «con ese discurso largo, bonito, de los capítulos de Juan» que precede las horas del Getsemaní y la Pasión.
«En esta despedida», subrayó el Pontífice, el Señor realiza «dos gestos, que son instituciones: dos gestos para los discípulos y para toda la Iglesia que vendrá. Dos gestos que son el fundamento, por así decir, de su doctrina»: la institución de la eucaristía y el lavatorio de los pies. De estos dos gestos «nacen los dos mandamientos: los dos mandamientos que harán crecer a la Iglesia si nosotros somos fieles».
el «primer mandamiento» que es el «del amor». Y es «nuevo» porque, explicó, «estaba el mandamiento del amor —amar al prójimo como a mí mismo— pero esto da un paso más: amar al prójimo como yo os he amado». Por tanto: «el amor sin límites», sin el cual «la Iglesia no va adelante, la Iglesia no respira. Sin el amor, no crece, se transforma en una institución vacía, de apariencias, de gestos sin fecundidad». Con la eucaristía, en la que Jesús «da de comer su cuerpo y de beber su sangre», él «dice cómo debemos amar nosotros, hasta el final».
Está también el otro gesto, el del lavatorio de los pies, en el que «Jesús nos enseña el servicio, como camino del cristiano». De hecho, «el cristiano existe para servir, no para ser servido». Y es una regla que vale «toda la vida». Todo está encerrado ahí: de hecho, «muchos hombres y mujeres en la historia», que se lo han «tomado en serio», han dejado «rastro de verdaderos cristianos: de amor y de servicio».
«La herencia de Jesús fue esta: “Amaos como yo he amado” y “servid los unos a los otros”. Lavad los pies los unos a los otros, como yo os he lavado los pies a vosotros».
“Yo conozco a quienes he elegido”». De hecho, el Señor dice: “sé que uno de vosotros me traicionará”». ¿ «Creo que nos hará bien, a todos nosotros, un momento de silencio, dejarse mirar por el Señor y mirar al Señor», reconocer que Jesús nos ha «enseñado el amor, con la eucaristía» y «el servicio con el lavatorio de los pies», entender que ninguno es más grande que el que le ha enviado» y ser conscientes de estar frente a quien nos conoce. Está bien «dejar que la mirada de Jesús entre en mí. Sentiremos muchas cosas: sentiremos amor», o quizá «estaremos bloqueados ahí, sentiremos vergüenza». En cualquier caso «dejar siempre que la mirada de Jesús venga. La misma mirada con la cual miraba en la cena, esa noche, a los suyos».
Es una meditación en la cual el hombre puede humildemente decir: «Señor tú conoces, tú sabes todo», como Pedro, en Tiberíades, que afirmó: «Tú conoces todo, tú sabes todo. Tú sabes que te amo». El Señor de hecho sabe qué hay dentro del corazón de cada uno.
Oración
Proponemos como oración, la que nos invitó el Papa a rezar a la Virgen durante la Pandemia.
Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y esperanza. Nosotros nos encomendamos a Ti, salud de los enfermos, que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del Pueblo Romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos. Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos, a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección. Amén.
Bajo tu protección, buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Acción familiar
En este año Jubilar se presenta esta catequesis sobre las bodas de Caná para verla en familia
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