Reflexión del Jueves, 4 de febrero
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,7-13):
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Palabra del Señor
COMENTARIO:
“Reconoce, oh cristiano, tu dignidad”, escribió San León Magno en el siglo V. Y hoy la carta a los Hebreos nos invita a ser conscientes del ámbito privilegiado en que la vida de fe nos ha situado. Estamos en la compañía de Dios y de sus ángeles y somos los “conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios” (Ef 2,19). El mundo de lo divino no es para nosotros aterrador, como lo era para el judaísmo primitivo (“nadie puede verme y continuar con vida”, decía Yahvé a Moisés [Ex 33,20]), porque la sangre de Jesús nos ha hecho ciudadanos del cielo y domésticos de Dios. Es un proceso iniciado en el bautismo y en el que estamos llamados a avanzar, “entremos más adentro en la espesura” (S. Juan de la Cruz).
ORACIÓN:
Señor Dios nuestro:
Para ir a los pobres y hacerles libres,
tus discípulos tienen que ser creíbles
siendo personas libres ellos mismos.