Reflexión del miércoles, 17 de marzo
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 49, 8-15
Esto dice el Señor:
«En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: «Salid», a los que están en tinieblas: «Venid a la luz».
Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua.
Convertiré mis montes en caminos, y mis senderos se nivelarán. Miradlos venir de lejos; miradlos, del Norte y del Poniente, y los otros de la tierra de Sin.
Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados».
Sion decía: «Me ha abandonado el Señor mi dueño me ha olvidado». ¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 144, 8- 9. 13cd-14. 17- 18
El Señor es clemente y misericordioso.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.
El Señor es justo en todos sus caminos
es bondadoso en todas sus acciones.
Cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
ALELUYA
Jn 11, 2sa. 26
Yo soy la resurrección y la vida -dice el Señor-;
el que cree en mí no morirá para siempre.
EVANGELIO
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan 5, 17-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo».
Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.
Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
A lo largo de nuestro caminar por este mundo, como peregrinos hacia la meta definitiva, que es el cielo, experimentamos la debilidad y la precariedad, propias de nuestra condición humana y del tiempo en el que vivimos: siempre llenos de buen ánimo y sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, estamos desterrados lejos del Señor, caminamos en fe y no en visión (cf. 2 Co 5, 6-7).
Y así vivimos la experiencia del dolor, del sufrimiento, del fracaso, del pecado, de la debilidad… Y como toda experiencia, la podemos vivir con el Señor o sin Él…
La gran tentación que nos provocará el diablo es hacernos dudar del amor de Dios, para atraparnos en la tristeza y en la desesperanza.
Y hoy el Señor nos da una Palabra sobre todo esto: ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura… Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré… El Señor es clemente y misericordioso… es cariñoso con todas sus criaturas.
¡Dios te ama! ¡No deja de amarte nunca! Puede que, a veces, no lo veas. Pero está contigo. A veces las nubes ocultan al sol. Pero el sol sigue estando.
Hoy la Palabra te invita a encontrarte con el Señor en medio de tu historia, de tu cruz, de tus sufrimientos.
A ir subiendo con Cristo a Jerusalén, para vivir el misterio pascual: a entrar con el Señor en el misterio de la cruz –de tu cruz– para poder vivir con Jesucristo la experiencia de la vida eterna: que la muerte ha sido vencida, que ya no tiene poder sobre el que ha renacido en Cristo Jesús.
Que no estás solo: Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo. Y el Espíritu Santo consolador, fuente del mayor consuelo, dulce huésped del alma, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos, certifica cada día en tu corazón que no hay nada ni nadie que pueda separarte del amor de Dios.
¡Os daré un corazón nuevo! (cf. Ez 36, 26).
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).
CANTO