Reflexión Domingo 1 de diciembre
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (21,25-28.34-36):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».
Palabra del Señor
Reflexión
El año litúrgico comienza con el tiempo del Adviento. Un tiempo especialmente pensado para prepararse a la venida de Cristo.
En efecto, la esperanza de los cristianos se basa en que Dios no nos ha dejado nunca solos. Cristo ha venido y vendrá nuevamente, a terminar su plan de salvación para con sus criaturas, que somos nosotros. Por amor a nosotros, Cristo ha dado su vida. Y por amor a nosotros, no va a dejar sin terminar su gran obra de redención.
Jesús, en el discurso escatológico de Lucas, anima a sus discípulos a no desviar la atención, a estar despiertos, a no perder el centro de nuestra vida: Dios mismo: nuestra verdadera liberación.
Podemos preguntarnos, ante este tiempo que comienza: ¿pongo mis esperanzas realmente en Dios o prefiero esperar en otras realidades que, más pronto o más tarde acaban defraudándome? ¿Quiero realmente que Cristo sea el centro de mi vida?
Que este tiempo de Adviento que comienza sea una ocasión para desear, cada vez, más, que Cristo venga y nos libere