Reflexión domingo 19 de marzo
Lectura del santo evangelio según san Juan (9,1.6-9.13-17.34-38):
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
Palabra del Señor
Reflexión
Celebramos hoy la fiesta de San José, hoy es una fiesta muy entrañable y muy festiva para todos los valencianos. Pero a la vez también celebramos el domingo cuarto de cuaresma, en el que en medio del ruido de la pólvora, nos ponemos en oración ante Jesús meditando su evangelio.
El evangelio de hoy vemos un milagro que hace Jesús, como Jesús sana y cura a los enfermos a lo largo de su vida pública. Con sus Milagros de curación, nos muestra el amor y la misericordia que Dios tiene con cada uno de nosotros, que no nos deja a nuestro libre albedrío; si no el está siempre presente en nuestra vida, en nuestras alegrías y nuestras penas y nuestros dolores y nuestros sufrimientos.
Ojalá queridos hermanos que a lo largo de nuestra vida podamos sentirnos queridos y amados por Dios, que a pesar de nuestras debilidades Dios siempre nos sigue queriendo, muchas veces somos nosotros que no lo vemos y estamos ciegos, no físicamente sino espiritualmente.
Que San José y la Virgen Maria, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Desamparados nos conceda la gracia de que nunca nos separemos de Jesús y como ellos le llevemos siempre desnutro de nuestro corazón.