Reflexión domingo 20 de noviembre
Lectura del santo evangelio según san Lucas (23,35-43):
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
«Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
En el evangelio de este domingo vemos a Jesús en la cruz. Las autoridades, el pueblo, los soldados se burlaban de él: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”.
Este evangelio se lee este año en la solemnidad de Jesucristo, rey del universo, que hoy celebramos. Ya en la Anunciación el arcángel Gabriel había dicho a María que su hijo heredaría el trono de David, y que reinaría por siempre.
Jesús es rey, pero no un rey como los demás reyes. Él nació en un pesebre, no en un palacio. Sí, tenía una corte: los apóstoles, pescadores sencillos. Y tuvo una corona: corona de espinas; y un trono: la cruz. ¿Y tuvo/ tiene poder? Sí, pero un poder que consiste en ahogar el mal con bien, en sacar vida de la muerte. Poder que es servicio a los demás, entrega sin reservas.
Podemos proponernos hoy dos cosas: En primer lugar, seguir a este gran rey, como soldados bien dispuestos, valientes y entregados. Él, que gobierna el universo, sabrá ayudarnos a gobernar nuestra vida, dando importancia a lo que tiene importancia y recomenzando cuando nos hayamos equivocado. En segundo lugar, parecernos a este rey. Es la consecuencia del seguimiento: seguir, decía san Beda el Venerable, es imitar. Cuando Jesús dice: “Sígueme”, significa “imítame”. Imitemos a Jesús, servidor de todos. Pongámonos al servicio de las personas con las que vivimos.