21 abr

Reflexión domingo 21 de abril

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,11-18):

En aquel tiempo dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»

Palabra del Señor

Reflexión

El cuarto Domingo de Pascua es el del Buen Pastor: Jesucristo es el Buen Pastor que cuida de sus ovejas, que da la vida por ellas, que las conoce y es conocido por ellas.
Esta comparación nos hace comprender de una manera sencilla y pro-funda cuál es la relación que Jesucristo quiere tener contigo.
La fe no es una teoría, ni una ideología: es una vida, una vida de amistad, de comunión con el Señor. Dice Benedicto XVI que se comienza a ser cristiano por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida (cf. DCE 1).
Cuando uno acoge de verdad el Evangelio, cuando uno se encuentra con Jesucristo, su vida cambia. No por el propio esfuerzo, sino por la acción del Espíritu Santo en el corazón del hombre.
Porque Jesucristo es el Buen Pastor. Él es el maestro y el Señor. Él es el camino, la verdad y la vida.
Jesucristo es la piedra angular, ningún otro puede salvar: Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. No busques la vida en los ídolos, que ahí no la encontrarás.
Nosotros somos las ovejas. Es decir, debemos seguir al Pastor, debemos escuchar su voz, con mansedumbre, con docilidad, con confianza, obedeciendo al Pastor. Sin escuchar la voz de los extraños…
¿Cómo está tu relación con Jesucristo, el Buen Pastor? ¿Escuchas su voz? ¿Eres dócil a su palabra, a su enseñanza? ¿Haces más caso a la voz de los extraños que a la voz de Jesucristo? ¿A quién escuchas cada día a la hora de vivir, de tomar decisiones?
Hemos de tener una actitud de mansedumbre, dejándonos llevar por el Buen Pastor, aunque a veces no le comprendamos, pero fiándonos siempre de quien sabemos que nos ama más que nadie y quiere para nosotros la felicidad y la vida eterna.
Además, Jesucristo ha confiado a la Iglesia la misión de pastorear al rebaño del Pueblo de Dios.
Es el Papa, y los Obispos en comunión con El, quienes tienen que pastorear el rebaño. De esta misión participan también los sacerdotes en la medida en que son colaboradores de los Obispos y reciben de ellos la misión pastoral, y también los laicos en la medida en que reciben de la Iglesia la misión para participar en la tarea pastoral (cf. Catecismo, 910s).
Por ello, nos hemos de preguntar si estamos escuchando la voz de la Iglesia, si estamos en comunión con ella, si somos dóciles a su enseñanza.
También hemos de pedirle al Señor que nos dé pastores según su corazón, que haga suscitar entre nosotros jóvenes valientes, capaces de aceptar el reto de entregarse total-mente por Jesucristo en la misión de cuidar y guiar al rebaño.
También debemos preguntarnos hoy cómo estamos viviendo nuestra misión pastoral los que tenemos alguna responsabilidad sobre los de-más: sacerdotes, padres, padrinos, maestros, catequistas, educadores.
¿Vives desorientado? ¿A quién escuchas cada día? ¿Sigues al Pastor? ¿Quieres seguirle de verdad? ¡Animo! Aunque estés lejos, el Pastor te quiere, te espera, te busca… ¡Déjate encontrar y síguele! ¡Vale la pena! ¡Atrévete! El Buen Pastor, que te ama más que nadie, quiere lo mejor para ti.
¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

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