22 jun

Reflexión domingo 22 de junio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,11b-17):

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.»
Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.»
Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.»
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

Palabra del Señor

Reflexión

Celebramos hoy la solemnidad del Corpus Christi, que es la fiesta solemne y pública de la Eucaristía, sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo. La Eucaristía nos recuerda que el Señor está con nosotros, está presente en nuestras vidas. Nos re-cuerda también que no estamos llamados a vivir la fe de una manera solitaria, individualista. Creados a imagen y semejanza de Dios, hemos sido creados para la comunión, para la relación y para la donación: el Señor nos llama a vivir la fe en su cuerpo, que es la Iglesia: Dadles vosotros de comer… Haced esto en memoria mía. La Eucaristía es un encuentro con el Señor, con el Es-poso. Un encuentro personal, pero en la comunidad. La Eucaristía nos recuerda que necesitamos de Jesucristo: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; quien coma de este pan vivirá para siempre. Sin Él no tenemos vida. Necesitamos comer el Pan de la Palabra y el Pan de la Eucaristía. La Eucaristía es la celebración del misterio pascual: haced esto en memoria mía. Es recibir un Cuerpo entregado y una Sangre derramada por su fidelidad a la voluntad del Padre y por amor a los hombres. Por amor a ti.
Difícilmente se puede participar en la Eucaristía cuando nuestra vida está cerrada a la voluntad de Dios y no vivimos entregados a los demás, comenzando por vivir la propia vocación. Una cosa es asistir; otra, participar. Participar en la Eucaristía no es simplemente estar un ratito en la Iglesia. Participar en la Eucaristía es vivir unidos a Jesucristo, de modo personal, íntimo, profundo: viviendo en su cuerpo, que es la Iglesia; escuchando y acogiendo su Palabra; participando en su sacrificio de amor, dando la vida por los hermanos; obedientes a la voluntad del Padre y amando como Cristo nos ha amado, viviendo con sus mismos sentimientos y actitudes. Es tomar cada día la cruz y seguirle a Él por donde Él quiera llevarnos, dejándonos llenar de su Espíritu. La fiesta del Corpus nos invita a la Adoración. La verdadera adoración de Dios, entonces, es darse a sí mismo a Dios y a los hombres, es el amor. Amor a Dios, que se concreta en vivir haciendo la voluntad de Dios. Amor a los her-manos, que se concreta en la misericordia. Es proclamar el Señorío de Jesucristo sobre tu vida; dejar que sea Él quien lleve tu vida por dónde Él quiera llevarla. Con la Procesión del Corpus el mismo Señor visita nuestros pueblos, nuestras calles. Y nos bendice. Habla bien de nosotros. Nos da una palabra de ánimo y de esperanza. Nos dice: No tengáis miedo… Yo estoy con vosotros todos los días… Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados… ¡Ánimo! Déjate encontrar por el Señor, que sale a tu encuentro. ¡Nadie te ama como Él!

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