Reflexión domingo 28 de enero
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,21-28):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Palabra del Señor
Reflexión
La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos invita a descubrir que Dios habla al hombre a largo de la historia de la salvación. Con su hablar Dios nos enseña el camino de la vida eterna, y va iluminando nuestra vida mientras caminamos por este mundo.
Para ello, Dios suscitó profetas que en el Antiguo Testamento habla-ron y guiaron al pueblo de Israel y le fueron preparando para la llegada de Jesucristo. Hablan en nombre de Dios y deben ser escuchados y obedecidos.
Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios se hace hombre en Jesucristo, y Él mismo nos enseña y nos muestra el camino de la vida. Jesucristo es la Palabra que se ha hecho carne y ha acampado entre nosotros. Por eso, Jesucristo desconcierta a los que le escuchan y suscita admiración: porque Jesucristo habla con autoridad, y, además, ratifica sus palabras curando enfermos y expulsando demonios.
La Palabra de Dios nos invita a re-flexionar cuál es la atención que prestamos nosotros a Dios que sigue hablándonos. Hemos de descubrir que Jesús también nos habla a nosotros con autoridad, porque sólo Él es la Luz del mundo, porque Él es el único Maestro y el único Señor.
Por tanto, Cristo nos invita hoy a tener una actitud de respeto, de con-fianza y obediencia ante su enseñanza. La Palabra de Dios no es una opinión más; no es para discutirla, para mundanizarla o para negociarla: es para acogerla confiadamente, asumirla y tratar de vivir guiados por su luz.
Y esto es especialmente importante vivirlo en este tiempo en que es-tamos atrapados en una tremenda crisis de valores, en una sociedad que vive confundida, mareada, desorientada; una cultura instalada en un relativismo que aboca al hombre a una profunda soledad existencial.
Porque hoy Dios sigue hablándonos, sigue mostrándonos cuál es el ca-mino que nos da la felicidad y nos lleva a la vida eterna. Hoy, Dios nos habla por medio de la Iglesia. Ella, por man-dato del Señor, transmite y actualiza su mensaje.
La Iglesia ha de transmitir hoy el mensaje de Jesucristo a los hombres. Y muchas veces es rechazada por ello. Porque ha de anunciar no lo que está de moda o lo que resulta más cómodo, sino lo que el Señor le ha encomendado. La Iglesia sabe que no es dueña, sino administradora de la Palabra de Dios, y, por tanto, la ha de transmitir tal y como la ha recibido.
Nosotros debemos escuchar la voz de Dios que hoy sigue hablándonos, hemos de estar agradecidos por conocer cuál es el camino de la vida, y hemos de tratar de vivir a la luz de esta Palabra, aunque no la compren-damos. En ella está la vida.