10 mar

Reflexión jueves 10 de marzo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 7, 7-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.

Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!

Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».

Palabra del Señor

Reflexión

  • Si el pasado martes, la liturgia de la palabra nos invitaba a considerar la oración del padrenuestro, el evangelio de hoy nos invita a orar con confianza a Dios Padre: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá».

            La respuesta de Dios a nuestra confianza en él queda de manifiesto en la primera lectura. Esther es una bella mujer judía que vive en el exilio y ha llegado a ser la esposa del rey Asuero de Persia. Su privilegiada situación le permite enterarse del intento por parte de uno los generales del rey de aniquilar al pueblo judío. Esther dirigirá su oración al Señor para que le dé valor y ponga en su boca el discurso acertado para hacer cambiar de opinión al rey.

Me parece interesante hacer notar que Ester no se desentiende del problema dejando todo en las manos de Dios, sino que ella asume un papel activo; le pide ayuda, pero asume que ella tiene también que intervenir para lograr la solución. La oración de Esther encontrará respuesta en Dios y conseguirá salvar al pueblo judío.

  • ¿Cómo es nuestra oración? ¿Buscamos a Dios para que nos ayude a afrontar las diversas situaciones de la vida o para que nos conceda una vida sin cruces de ningún tipo? A veces planteamos nos dirigimos a Dios como si de una máquina expendedora se tratara: Señor, te rezo un padrenuestro todo el mes y apruebo el examen de conducir. No es esa la oración a la que Jesús nos invita. Confiar en que Dios nos escucha es tener la seguridad de que él nos capacitará con su gracia para afrontar cualquier situación a la que tengamos que hacer frente. Dios no es un padre complaciente que da a sus hijos todo lo que le piden, sino un padre que educa a sus hijos fortaleciéndolos para que ellos sepan y puedan afrontar la vida. La sabiduría popular supo expresar muy bien el equilibrio entre espiritualidad y acción a través del siguiente refrán: «A Dios rogando y con el mazo dando».

            Todos los sacerdotes nos hemos encontrado con personas que, ante un sufrimiento o una enfermedad grave, nos plantean sus miedos y dudas sobre cómo Dios permite algo así. La respuesta que siempre doy es que yo no tengo una respuesta sencilla y contundente para esas dudas. La respuesta de Dios al dolor no es teórica, sino vital; es su presencia a nuestro lado a través de Jesucristo. Lo que nos conforta es que él comprende nuestro dolor y lo comparte; su presencia a nuestro lado nos da paz y nos capacita para afrontar ese misterio.

La presencia eucarística de Cristo entre nosotros es precisamente el aval que nos da la certeza de que esto es así. Cristo se ha quedado con nosotros para acompañarnos en el camino de la vida, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, hasta que nos encontremos con él en la vida eterna. Así sea.

pastoral

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