Reflexión jueves 15 de julio
Evangelio según san Mateo (Mt 11,28-30)
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor
Reflexión
- En el evangelio de hoy Jesús nos invita a acercarnos a Él para encontrar alivio ante el cansancio y los problemas de la vida: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré». Pero, curiosamente, el alivio que Él promete no consiste en una ausencia total de problemas o sufrimiento, ya que es necesario cargar con el yugo de Cristo para encontrar nuestro descanso. Pero, entonces, ¿qué clase de descanso es ese?
Lo entenderemos mejor si fijamos nuestra atención en el apero de labranza del que habla Cristo. Del mismo modo que el yugo une a un par de mulas o bueyes bajo un mismo eje, repartiendo así el peso del trabajo a realizar; el yugo de Cristo, el vivir con coherencia la vida cristiana, nos une a Él y nos ayuda a sobrellevar la cruz de cada día, haciéndonos partícipes de la gracia, de su vida divina.
El alivio que Cristo ofrece no consiste en una huida del mundo y de los problemas que nos agobian, sino más bien una invitación a compartir con Él nuestra vida: el cansancio y el agobio del trabajo, el dolor y el sufrimiento de los problemas, también la alegría y la esperanza.
El apoyo que Cristo nos ofrece no es una mera palabra bonita, sino una realidad que es fruto de haber compartido con nosotros la experiencia de ser hombre, de haber trabajado, amado con corazón de carne y haber sufrido la incomprensión y el dolor hasta el extremo de la muerte en la cruz por cada uno de nosotros. En su dolor Cristo toma posesión del nuestro. Nadie mejor que Él conoce el dolor; y por ello nadie mejor que Él puede dar razón y sentido del nuestro.
Unidos a Él el peso de nuestras fatigas, luchas y tribulaciones disminuye; y la paz crece. La paz de Dios, ese es el descanso que Cristo nos ofrece. Quien carga con el yugo de Cristo encuentra la verdadera libertad: la paz interior.
Dice san Agustín: «Cualquier otra carga te oprime y abruma, mas la carga de Cristo te alivia el peso. Cualquier otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas, parece que le alivias del peso, pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el peso de sus alas y verás cómo vuela»[1].
- Ojalá tú y yo nos decidamos a aceptar el yugo de Cristo y nos dispongamos a volar bien alto, hacia la santidad.
[1] San Agustín, Sermones 126, 12