20 mar

Reflexión jueves 20 de marzo

Evangelio según san Lucas (Lc 16, 19-31)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.

Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: “Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.

Pero Abrahán le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.

Él dijo: “Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”. Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”. Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

Palabra del Señor

Reflexión

 

  • En este tiempo de preparación de la Pascua, la segunda parte del evangelio resuena con fuerza en nosotros. El rico Epulón le pide a Abrahán que mande a casa de sus hermanos a Lázaro, para que «les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento»; «si un muerto va a ellos, se arrepentirán».

El texto expone la necesidad de recibir un testimonio fuerte que nos haga tomar conciencia de la realidad que existe más allá de esta vida. Con frecuencia la dinámica de la vida nos encierra en la preocupación por las cosas de este mundo y no somos capaces de ver más allá; vivimos de tejas para abajo. Como Epulón nos afanamos en acumular cosas y experiencias, pensando que ahí está la felicidad y poder presumir de ella ante los demás.

Una verdad existencial del ser humano es que todos tenemos un centro de gravedad en torno al cual confiamos obtener una vida lograda, feliz. Pero, si ese centro está mal escogido, fácilmente puede convertirse en una especie de agujero negro que nos absorba y nos robe la libertad, la bondad y la alegría de vivir. El rico Epulón ha puesto en el centro de su vida la vanidad y la satisfacción de los placeres: vive ostentosamente, alardeando ante los demás de su riqueza, sobre todo en dos ámbitos: la ropa y la comida. Vestía de púrpura y lino –que en aquel tiempo eran telas propias de un rey– y celebraba unos banquetes espléndidos cada día.

El evangelio resuena como un aviso fuerte en nuestro corazón. Epulón es incapaz de detenerse ante Lázaro, el necesitado que él sabe que está a la puerta de su casa. ¿Epulón es feliz? ¿es libre o esclavo de esos placeres que cada vez le exigen más tiempo, más dinero, más esfuerzo por sorprender a sus invitados?

  • En términos bastante semejantes tanto la primera lectura como el salmo ponen de manifiesto la perdición a la que se ve arrastrado aquel que apoya su vida en las criaturas o falsos ídolos frente a la prosperidad de aquel que se fía de Dios y apoya su vida en él.

Este es como el «árbol plantado junto al agua»; «no teme la llegada del estío», de los momentos malos, porque su punto de apoyo no se tambaleará; «en año de sequía no se inquieta», no pierde la confianza y la paz en los momentos de incertidumbre; y «no dejará de dar fruto a su tiempo», sabrá actuar de modo adecuado en el momento oportuno.

La vida tiene un ritmo; te va pidiendo respuestas y tú debes responder en el momento adecuado; dar fruto a su tiempo. En un concierto puede suceder que un músico toque las notas correctamente, pero, si lo hace fuera del momento adecuado, se equivoca. En la vida no sólo es importante hacer lo correcto, sino que además hay que hacerlo en el momento justo, adecuado. La vida es en gran medida una cuestión de ritmo. ¿Quién te enseñará a descubrir ese ritmo? Dios. Él es el único que puede dar vida, porque sólo Él es la Vida.

pastoral

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