20 oct

Reflexión jueves 20 de octubre

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!

¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Palabra del Señor

Reflexión

  • Las palabras que acabamos de escuchar en el evangelio nos suenan duras. Cristo afirma que no ha venido a traer paz a la tierra, sino división. ¿Cómo es esto posible?

Lo es porque la paz de Cristo no es la paz que las personas muchas veces desean: la que nace de la evasión de la realidad, del aislamiento de los problemas propios y ajenos. Ciertamente, necesitaremos momentos así, pero esa es una paz llena de vacío y falsa autocomplacencia, que no es capaz de saciar al sed que hay en nuestro corazón. La paz de Cristo nada tiene ver con el individualismo, sino que es fruto de la entrega, el sacrificio y el amor; nace como fruto de la entrega de la vida en favor de los demás. La paz de Cristo está llena de personas y situaciones concretas que uno es capaz de abrazar

La imagen del fuego expresa precisamente el amor ardiente de Dios por los hombres. Con esta imagen Jesús está poniendo de manifiesto su deseo de dar la vida por amor a los hombres, aunque eso le suponga pasar por el bautismo, es decir, por las aguas del misterio de la muerte. Cristo sabe que ese es el gran miedo de los hombres y que debe introducirse en él para ayudarles a cruzarlo de su mano y conducirlos a la Vida eterna.

  • Recuerdo un antiguo relato sobre Abrahán, el padre en la fe de todos los creyentes, en el que se dice que, al acercarse la hora de su muerte, éste le reprochó al Señor: «¿Has visto alguna vez a un amigo desear la muerte del amigo?». A lo cual Dios le respondió: «¿Has visto tú alguna vez a un amante rechazar el encuentro con el amado?». Entonces, Abrahán simplemente dijo: «Señor, ¡tómame!».

Esa es la lección que se aprende desde la fe. El cristiano no afronta la muerte con temor o desesperación, como si ésta fuera el punto final de nuestra existencia; lo hace con la esperanza que nace de la entrega de la vida de Cristo por nosotros, con la certeza de que en la comunión con Dios y todos los santos encontrará verdaderamente la paz que anhela su corazón.

pastoral

pastoral

Leave a Comment