jueves 25 de junio

Reflexión jueves 25 de junio

Evangelio según san Mateo 7,21-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Aquel día muchos dirán: «Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?» Yo entonces les declararé: ‘Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados.»
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.
Reflexión
· Un misionero que vivió mucho tiempo en África me contaba que en aquellas tierras era frecuente encontrarse con la siguiente escena: un venerable y enjuto anciano rodeado de una multitud de niños con las bocas abiertas y los ojos bien atentos, formando un círculo en torno a un pequeño fuego. En cierta ocasión, el misionero escuchó a uno de aquellos ancianos: «En mi interior se está librando una pelea entre dos lobos: uno es el lobo del odio, de la maldad y la ira; el otro es el de la fe, la esperanza y la comprensión». E hizo un momento de silencio (el silencio es fundamental para generar atención). Uno de los niños, que no podía aguantar más aquella tensión, le preguntó: «Y ¿quién ganará?». A lo cual respondió el anciano: «Aquel que yo alimente».
· El evangelio de hoy, que pone punto final al sermón de la montaña, nos ofrece una enseñanza similar. A lo largo de estos días el evangelio nos ha presentado un estilo de vida basado en la entrega, el perdón y el desprendimiento; un estilo de vida exigente, pero que escuchamos con gozo, pues es camino de bendición, de felicidad verdadera. Pero, al mismo tiempo —no podemos negarlo—, nos seduce también la propuesta de mirarnos a nosotros mismos, de preocuparnos por satisfacer nuestros caprichos, lo que nos apetece, sin reparar en los demás.
En nuestro interior, como bien decía el anciano africano, se libra una pelea: una pelea entre dos modos de vida. Y la victoria será de aquel que alimentemos con nuestros actos; porque o bien obramos como pensamos o bien acabamos pensado como obramos. Uno no puede vivir en una esquizofrenia permanente. Así, por ejemplo, una persona que trabaje en el banco sabe que no debe robar, pero si ante un apuro empieza a robar pequeñas cantidades para salir del paso, ¿qué pasará? Al principio, será consciente de que no está obrando bien. Al cabo de un tiempo de ir sustrayendo dinero, posiblemente justificará su acción mediante el razonamiento de que quita el dinero a unos que tienen mucho y que él lo necesita. Finalmente, es bastante probable que acabe robando cantidades grandes y despilfarrando el dinero.
No basta con escuchar y asentir a las palabras del Evangelio, sino que debemos ponerlas en práctica. «El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica —dice Jesús—, se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca». Si no lo hacemos, construiremos nuestra vida de fe sobre arena y cuando arrecie la tempestad —que suele hacerloo en algún momento—, la casa se hundirá.
Hoy es un buen día para preguntarnos cuál es nuestra actitud ante la palabra de Dios que escuchamos cada día.
pastoral

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