Reflexión jueves 5 de diciembre
Lectura del santo evangelio según san Mateo 7, 21. 24-27
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».
Palabra del Señor
Reflexión
- Dentro del conjunto de imágenes mesiánicas que durante estos días nos ofrece el profeta Isaías, hoy nos encontramos con la imagen de la ciudad fuertemente amurallada: «Aquel día, se cantará este canto en la tierra de Judá: “Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes».
En las antiguas ciudades una de las cosas más importantes eran las murallas y baluartes que le servían de protección frente a los ataques de los enemigos. En el momento de peligro, la gente del campo, los pobres y desvalidos de los alrededores de la ciudad se ponía a cubierto en el interior del recinto amurallado confiando en que las murallas pudieran aguantar el envite de los enemigos.
El profeta dice que el día en el que se revele el Mesías los justos del Señor estallarán de alegría porque las puertas de la ciudad se abrirán para ellos y se sabrán protegidos de cualquier enemigo: las murallas y baluartes de la ciudad no podrán ser derribados.
- La parábola del evangelio enlaza con el anuncio del profeta enseñándonos que la fuerza de esa muralla deriva del hecho de que esta se levanta sobre la roca firme y perpetua del Señor, de Jesucristo.
Se pueden levantar otras murallas: sobre los falsos ídolos y uno creer que está protegido. Pero es como construir una casa sobre arena: «Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó». Los falsos ídolos esclavizan al hombre y lo debilitan (un adicto, un lujurioso, un egoísta… es alguien débil).
Debemos asentar nuestra vida sobre la roca firme de Cristo, pero, para ellos, no basta con escuchar con agrado su palabra, sino que esta debe impulsar nuestro deseo y nuestro obrar: ¿Arde nuestro corazón como el de los discípulos de Emaús mientras Cristo les explicaba las Escrituras o no nos acordamos de lo que hemos escuchado el día anterior?, ¿reflexionamos sobre la liturgia de la palabra y nos sentimos interpelados de algún modo: para dar gracias, para luchar en cambiar algo a través de un propósito, etc.?; ¿sacamos propósitos concretos de lucha? Hay que tener presente que o bien obramos como pensamos o bien acabamos pensado como obramos, porque uno no puede vivir en una esquizofrenia permanente.
El inicio del año litúrgico, como todo inicio, es un buen momento para renovar nuestro de deseo de santidad, de escucha atenta y disponibilidad para el Señor.