8 oct

Reflexión jueves 8 de octubre

San Luís Bertrán

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,5-13):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.” Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.” Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»

Palabra del Señor

Reflexión

De las diferentes formas en las que nos podemos dirigir a Dios hoy nos fijamos en la que quizá sea la más espontánea y habitual para nosotros: la oración de petición.

A veces podemos tener la impresión de que somos egoístas porque siempre estamos pidiéndole cosas a Dios; sólo nos acordamos de él cuando necesitamos algo… Esto tiene una parte de verdad, pero fundamentalmente es falso. Pedir a Dios no es un acto de egoísmo, sino todo lo contrario: de humildad. Supone reconocer nuestra incapacidad para lograr algo sólo por nuestras fuerzas; advertir que somos débiles, como los niños, y que necesitamos la ayuda de nuestro padre Dios.

  • Es reconocer, en definitiva, que somos pecadores. Por eso, el primer impulso de nuestra oración de petición deber ser el de pedir perdón a Dios. Os acordáis del pasaje evangélico en le que se compara la oración del publicano y la del fariseo. Este nada más hace que lanzarse flores ante Dios, “en cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!»” (Lc 18, 13).
  • El evangelio de hoy nos enseña también que la oración de petición debe ser insistente, continua. Con ello Dios quiere purificar nuestra fe, hacernos crecer en esta virtud, para que no creamos en él como en una especie de bondadoso milagrero, sino como quién es: el creador de cielo y tierra, que se ha hecho hombre para salvarnos.
  • Él es, tal y como se dice al final del evangelio, nuestro Padre. Por eso, nuestra oración debe ser confiada. “Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!”.
  • Dado que todos somos hijos del mismo padre, tenemos la obligación de pedir unos por otros, lo cual supone la suerte de contar con la ayuda de la oración de toda la Iglesia, especialmente de Cristo, la Virgen y los santos.

Así pues, los elementos de la oración de petición son: el perdón, la perseverancia en la petición propiamente dicha, la confianza y la preocupación por los demás.

Elementos que se encuentran en la mayor de todas las oraciones que el hombre dirige a Dios: la santa misa. Pedimos perdón, nada más empezar, mediante el “Yo confieso”; después, mostramos nuestra confianza en Dios invocándolo por tres veces en el “Señor, ten piedad…”; también tenemos presente a toda la Iglesia en la oración de los fieles; y colocamos insistentemente nuestras peticiones en la patena que ofrece el sacerdote.

Finalmente, quizá nos pueda ayudar el comenzar nuestra oración personal con la siguiente oración introductoria, que sintetiza muy bien estos elementos: “Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José, mi padre y Señor, ángel de mi guarda interceded por mí” (confianza, perdón-ayuda, intercesión de los santos).

 

pastoral

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