Reflexión lunes 1 de febrero
EN aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente:
«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo?
Por Dios te lo pido, no me atormentes».
Porque Jesús le estaba diciendo:
«Espíritu inmundo, sal de este hombre».
Y le preguntó:
«Cómo te llamas?».
Él respondió:
«Me llamo Legión, porque somos muchos».
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:
«Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos».
El se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar.
Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron.
Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca.
Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:
«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti».
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.
Palabra del Señor
Reflexión
El evangelio de hoy presenta un escenario tremendo, vale la pena anotar algunos elementos que componen este cuadro: -el cementerio, lugar de los muertos; -los puercos, considerados animales impuros; -el mar como símbolo del caos antes de la creación; -la palabra legión, nombre perteneciente al ejército romano. No es difícil reunir estas cosas bajo el nombre del mal o la acción del mal. Una persona descontrolada, un poder político que oprime, la impureza que impide la relación con Dios, el afán de lucro y el beneficio. Frente a este panorama una persona, Jesús reconocido como Hijo del Dios Altísimo por el espíritu inmundo.
La acción de Jesús es favorable a la persona humana, el hombre poseído queda curado y el mal se desmorona frente a la figura de Nuestro Señor. La recomendación es: vete con los tuyos y anuncia lo que el Señor te hizo. Este mandato de Jesús tiene plena aplicación en nuestra Iglesia, nosotros ¿Sabemos o nos atrevemos a contar lo que el Señor ha hecho con nosotros? ¿Cuáles son los signos de la presencia del Evangelio entre nosotros? ¿Acaso las evidencias de nuestro mundo nos tienen acomplejados? Recuerdo unas palabras de D. Fernando Sebastíán recordando a sus hermanos mártires del 36 ¿Cuántos ayunos y vigilias tendremos que hacer en nuestra sociedad para despertar la indiferencia religiosa de nuestro tiempo? Porque el Señor en otra ocasión dijo a los discípulos que hay males que solo se vence con la oración y el ayuno.
Lucas y Mateo de forma más abreviada narran también el exorcismo que realizó Jesús, un fondo histórico es innegable y el mensaje esperanzador.
-Oremos por todos los fallecidos por causa de la epidemia
-Por todos los enfermos, que el Señor les conceda la salud.
-Por la Iglesia para que anuncie con valor la Buena Noticia.
-Por los dirigentes políticos que favorezcan el bien de todos los ciudadanos.